Era de imaginar: la aplastante derrota sufrida por Cambiemos en Córdoba -acumulando así ocho elecciones consecutivas sin triunfos- provocó una implosión en el seno de la alianza gobernante, que se tradujo en pases de factura y cruces sobre culpas propias, y que ya no puede disimular la fragilidad de un oficialismo que no encuentra la brújula y que se resquebraja día a día.
Toda esta situación no hace más que mostrar que no hay paz en Cambiemos, y que el resultado cordobés sigue dejando heridas y rencores. Como no podría ser de otra manera, fue Elisa Carrió quien abrió el fuego, y disparó a diestra y siniestra contra los principales miembros del mejor equipo de los últimos 50 años.
“Me dan asco”, sentenció la diputada a través de una serie de audios que viralizó a través de Twitter. En su argumentación, plasmó el enojo en nombres propios: “Hubiera preferido que algún ministro del Interior acompañara más a los referentes de Cambiemos”, le reprochó a Rogelio Frigerio.
“Y a Patricia Bullrich, mejor no contestarle”, dijo, sobre la titular de la cartera de Seguridad. Y le envió un mensaje directo al jefe de Gabinete, Marcos Peña, a quien acusó de especular con los resultados en Córdoba: “Voy a discutir en el seno de Cambiemos lo que significa la política clásica y humanista versus la política postmoderna mentirosa, falaz y pegada solo al éxito”.
Horas después, aunque sin nombrarla, Peña le respondió, intentando poner paños fríos: “Creemos en una política humanista, transformadora de la realidad, transparente y al servicio de los ciudadanos. Ese fue siempre el mandato y el espíritu de Cambiemos”, sostuvo, y agregó: “Con aciertos y errores, pero siempre buscando cuidar a las mujeres y hombres que nos representan en cada elección”.
Después de todo, el reclamo de Carrió se circunscribe a una clara estrategia que el Gobierno implementó desde los primeros tests electorales. A raíz de la recesión económica y el deterioro de la marca Cambiemos en el interior, los líderes comunicativos del PRO apostaron a triunfos de los oficialismos provinciales, con el único objetivo de que no se impusieran los candidatos del kirchnerismo. En ese sentido, quedó claro que los apoyos a sus propios candidatos fueron muy escasos.
En la Casa Rosada por ahora intentan no confrontar con Carrió. Sí detallaron que “si el Gobierno se hubiese involucrado más en la campaña de Mario Negri en Córdoba, la derrota hubiera sido el doble de negativa para nosotros”, indicaron. En tanto, en una reunión de la mesa chica de Cambiemos acordaron involucrarse más en las siguientes elecciones provinciales y apuntalar a los candidatos propios.
En las huestes de Negri, quien varias veces insistió en que no fue el candidato “del Gobierno” en un intento de separar al presidente Mauricio Macri de la derrota, cayeron muy mal las declaraciones de la ministra Bullrich acerca de que la experiencia “tiene que ser un aprendizaje” porque “divididos no sumamos”.
“No es ella ni nadie de la Casa Rosada quien tiene que venir a dar recomendaciones de cómo hacer política; muchos de nosotros llevamos décadas haciendo política”, coincidieron dos referentes de la línea del diputado nacional.
Mientras, el tercer lugar alcanzado por Ramón Mestre, sumado a la pérdida de Córdoba capital, es un duro golpe para los radicales díscolos. Uno de los referentes de esa corriente, Federico Storani, dijo: “Es una tragedia política para el radicalismo. El proceso previo a la elección fue desgraciado, lleno de desinteligencias que pudieron haberse evitado. Era difícil ganar la elección unidos y mucho más difícil divididos”, al tiempo que sostuvo que la derrota “es un voto castigo por todo el proceso”.