De la boca para afuera, ya sea a través de declaraciones periodísticas o en las redes sociales, hablan de “embestida judicial” del kirchnerismo o de “venganza K”, pero puertas adentro reconocen estar muy preocupados. Es que algunos de los ex funcionarios, en su doble rol de amigotes de Mauricio Macri, ya están arrepentidos por haber dejado sus huellas y rastros en no pocos hechos de corrupción o aprietes a jueces.
Un allegado al ex presidente reconoció en estricto off que “nuestro gran error fue haber dado por seguro que íbamos a ganar de taquito en octubre, con cuatro años más en el poder, pero al haber perdido, muchos quedaron paralizados, sin reacción”.
En otras palabras, se trata de un liso y llano reconocimiento en cuanto a que les faltó tiempo para seguir gozando de la impunidad de la que gozaron entre 2015 y 2019 para seguir cometiendo las mil y una tropelías, porque total la protección de una justicia adicta para todos ellos estaría más que garantizada.
Pero con la llegada de Alberto Fernández al Gobierno las cosas empezaron a cambiar, y de manera inevitable, como el pus que salta en una llaga infectada, fueron saliendo a la luz episodios que no dejaban muy bien parados a algunos de aquellos personajes que levantaban la bandera de la República y la ética.
Por eso mismo, no es casual que esos ex funcionarios que hoy están bajo la lupa de la Justicia optaran por el perfil bajo, y desarrollen distintas estrategias, para resistirse como sea, a cualquier posibilidad de quedar involucrados en alguna resonante causa.
En este contexto, y mientras sigue disfrutando del verano en la paradisíaca Costa azul francesa, Macri se sabe en problemas y obsesionado como está con la pesadilla que lo atormenta -que llegue el día en que sea procesado y eventualmente detenido-, desde allá se comunica diariamente con algunos de los referentes de su espacio, a quienes les baja una orden estricta: defender a “nuestros” jueces, es decir, a aquellos magistrados que burdamente hacen hasta lo imposible por seguir tirando la pelota afuera para alejar cualquier indicio de complicación para el propio ex presidente o algunos de sus allegados.
Por ahora, el único que prefirió dejar el país sin boleto de retorno fue Nicolás Caputo, el empresario “hermano de la vida” de Macri, quien a fines de mayo partió con destino a Miami.
“A Nicky se le venían las siete plagas encima, por eso se fue”, afirma un amigo del fundador de Pro y ex cónsul honorario de Singapur, quien huyó del país en coincidencia con la decisión de la cancillería de dejar sin efecto su nombramiento diplomático.
Tan amigo de Macri como de Caputo, José Torello optó por refugiarse junto a su familia en su campo de Bragado, desde el inicio de la cuarentena y casi sin señal de celular. Jefe de asesores del ex presidente durante todo su mandato, el todavía apoderado nacional de Pro delegó de hecho esas funciones partidarias en Santiago Alberdi, y dejó de atender llamadas de muchos de sus colegas.
Al igual que Macri y Caputo, Torello está imputado en la denuncia de Cristóbal López por los burdos “aprietes” del gobierno de Cambiemos para que vendiese el Grupo Indalo. “Nos quieren embarrar a todos, pero no somos lo mismo que ellos”, contraatacan desde el entorno del ex presidente, en relación a la causa de la AFIP contra López por evasión impositiva, por la que el empresario de medios pasó dos años preso.
La lista de acusados en esa causa incluye a Fabián “Pepín” Rodríguez Simón, otro de los hombres de confianza del ex presidente que integraba la denominada “Mesa judicial M”.
Dedicado a la abogacía en el sector privado y alejado hoy del círculo que rodea al ex presidente, Rodríguez Simón es otro de los acusados que se quejan del “operativo venganza” del kirchnerismo. “Ellos primero deciden generar una causa judicial, después ve qué le ponen adentro. Y a nosotros nos tenían anotados”, afirma un allegado a varios de los señalados.
Mientras, entre los amigos -y también, cabe aclarar, en todo el espacio opositor- cuesta encontrar algún defensor del ex titular de la Agencia Federal de Inteligencia (AFI) Gustavo Arribas, otro íntimo del ex presidente, y procesado en la causa por espionaje ilegal a opositores e incluso miembros de la propia coalición gobernante entre 2015 y 2019.
“Si hicieron lo que hicieron, que paguen”, afirma uno de los viejos amigos de Macri, sin piedad con el ex jefe de los espías -cuya familia ya estaría en Brasil- ni con su número dos en la AFI, Silvia Majdalani, procesada en la misma causa.
El hecho es que entre varios de los amigos más cercanos al ex presidente sobrevuela una sensación de batalla perdida. “Ya tengo más de sesenta años, yo no juego más”, se resigna uno de ellos, mientras espera que pase la tormenta judicial que -descuentan- tendrá nuevos capítulos y actores en los próximos meses.