Por Eduardo D’Argenio.- Corría 2016 y Julio Blank, fallecido editor del diario Clarín, reconocía que el grupo a cargo de Héctor Magnetto había hecho “periodismo de guerra” durante el kirchnerismo. Más allá de su mea-culpa (“no fue bueno hacer eso”), lo cierto es que después de los 4 años de macrismo, donde los comandantes de esa “guerra” pasaron a cuarteles de invierno, ahora no sólo reaparecieron con toda la artillería intacta, sino que están llevando adelante esa contienda bélica de manera brutal, desembozada, alevosa…
Cada día está más claro de qué manera el establishment económico, mediático y judicial insisten con llevar adelante esta guerra para desgastar la gestión: ya sea a través de la desinformación o bien, con las marchas / movilizaciones / banderazos alentadas por el macrismo, y protagonizadas por los archiconocidos odiadores de siempre.
Y motorizados desde el macrismo, todos los temas valen para seguir con una escalada que no tiene otro fin más que erosionar al gobierno de Alberto Fernández y Cristina Kirchner: desde la pandemia, sintetizándola en “la cuarentena más larga del mundo”, pasando por el desestabilizador mensaje de que “vienen por todo”, y en esa bolsa puede entrar la reforma judicial, la frustrada expropiación de Vicentin , el llamado ‘impuesto a la riqueza’ o, como está ocurriendo en las últimas horas, la acusación de “tardía” a la idea de evaluar la posibilidad del paulatino retorno a las clases presenciales.
En realidad, nadie debería sorprenderse ante los movimientos de esa fuerza enemiga de una administración a la que le toca tomar las riendas en un momento que nadie hubiera deseado, con una pandemia que no se detiene en todo el mundo, y ahí están, bombardeando las 24 horas, día tras día, con dos blancos favoritos: Alberto y Cristina. Pero tampoco es cuestión de desaprovechar el inmenso poder de fuego, y por lo tanto no dudarán en disparar contra todo aquello que pueda resultar ya no una amenaza, sino una molestia para los grupos de poder de la Argentina.
No tienen respiro, y así, el Grupo Clarín con sus diarios, radios y canales de televisión, seguido por La Nación, el Grupo América e Infobae, se muestran exacerbados y no disimulan tanto odio y resentimiento que -hay que reconocerlo- tan bien saben transmitir sobre las huestes de ciudadanos casi inermes con quienes se retroalimentan, y que no están esperando otro mensaje más que ese del desprecio, y que evidentemente necesitan casi como el aire que respiran. Están completamente alienados y son irrecuperables.
Está claro -y eso es lo preocupante- que hay una porción importante de la sociedad a la que la realidad no le importa. Únicamente quieren que medios de comunicación confirmen su odio, y cuanto más irreal y exagerada sea la información que reciben, mejor. Quieren (y necesitan) títulos catástrofe las 24 horas, sin que importe el contenido, con los Majules, los Leucos, los Lanata, más un largo etc. que pululan, diciéndoles que Cristina Kirchner es el demonio mismo.
Son esos medios los que buscan la ruptura entre Alberto y CFK. Y siempre, enarbolando las banderas del odio, la confusión, el prejuicio y la ignorancia, hasta convertirlos en un cóctel más que peligroso, alimentado sin descanso por esos comunicadores “estrella” que hace rato disfrutan nadar en el fango de la mentira por la mentira misma.
Y está demostrado que no importa si para lograr sus objetivos hay que recurrir a la difusión de las llamadas ‘fake news’, o resaltar hasta el hartazgo, los testimonios de auténticos 4 de copas que perforan cualquier tipo de pensamiento más o menos racional o sensato.