El presidente Alberto Fernández nunca tuvo dudas sobre el nombre de Martín Soria para el cargo de ministro de Justicia. Especuló, como hacia Néstor Kirchner durante una semana con distintos nombres que desgastaban una vez más a los medios con esa costumbre de mentir a diario.
Fernández, como un jugador de póker, aprendió de Néstor a no mostrar las cartas hasta el momento exacto. Cristina hace lo mismo y para quienes tienen alguna duda qué mejor que recordar el mensaje de la ex presidenta anunciando un sábado por la mañana que la fórmula sería Alberto presidente, Cristina vice. Fue el nocaut final para el macrismo.
Durante una semana los medios especularon con diversos nombres: Ramiro Gutiérrez del Frente Renovador, el ministro Eduardo ‘Wado’ de Pedro, Julio Alak, la constitucionalista Marisa Herrera, Julio Vitobello, Anabel Fernández Sagasti, Juan Carlos Mena y como no podía ser de otra manera apareció el nombre de Aníbal Fernández.
La segunda especulación de los medios fue que el presidente no daba el nombre porque esperaba una propuesta de la vicepresidenta Cristina Kirchner. Nada más alejado: Cristina nunca sugirió un nombre, sí, obviamente en sus charlas hablaron sobre qué hacer con la Justicia. Tanto el presidente en la Asamblea Legislativa como la vicepresidenta en su declaración ante Casación por el dólar futuro fueron muy claros.
El presidente hacía tiempo que venía charlando con el diputado Soria y estaba muy contento con las investigaciones sobre corrupción en Comodoro Py y los datos aportados sobre los encuentros del juez Gustavo Hornos con el ex presidente Mauricio Macri en la Rosada.
Anoche, en un programa de Canal 9, el presidente anunció el nombre: “Hoy almorcé con Martín Soria, le hablé de cuáles son mis expectativas y el aceptó hacerse cargo”. A continuación agregó: “Martín hizo un trabajo raro en el que ayudó a desentrañar los vínculos entre el poder y la Justicia. Él empezó a cotejar quiénes entraban a la Casa Rosada, a qué hora, a dónde iban y empezó a detectar cosas muy llamativas. Lo que hizo fue verificar lo que uno viene planteando hace un tiempo respecto a esa zona gris donde la Justicia se vincula no solo con el poder político, sino también con las corporaciones económicas”.
La oposición y los medios de comunicación enloquecieron de odio. Lo trataron de “talibán que inicia una guerra contra los jueces”, de que su padre, el ex gobernador Carlos Soria se sentó en una mesa con Erich Priebke, el criminal nazi. El ataque fue feroz y continuará. Hoy Horacio Rodríguez Larreta, el que nombra jueces amigos en la ciudad, señaló que no está de acuerdo con las declaraciones de Soria denunciado jueces. “Yo no estoy de acuerdo con eso y creo que es exactamente lo contrario a lo que la Argentina necesita. Tenemos que respetar las instituciones, a la Constitución y a la división de poderes”, afirmó.
La diputada Mariana Zuvic afirmó en las redes que Soria será el nuevo “ministro de la impunidad” y Pablo Avelluto, el que le escribió el libro a Mauricio Macri dijo en dialogo con TN que se “busca garantizar la impunidad de una sola persona”. Ya llegarán los ataques de Mauricio Macri, Elisa Carrió y Patricia Bullrich.
No solo los ataques fueron por derecha. Néstor Pitrola, dirigente del Partido Obrero afirmó que “la designación de Soria abre un nuevo capítulo de la larga lucha para pavimentar la salida politica de las causas por corrupción que afectan al kirchnerismo”. Y como no podía ser de otra manera, el impresentable y servil constitucionalista Daniel Sabsay, acusó a Fernández de ser un “pseudo presidente” y sentenció que “la república está en peligro”. El reportaje, obvio se lo hizo Luis Majul.
Lo que no dirán los medios hegemónicos ni la oposición es que el presidente Alberto Fernández, como hombre de derecho, confió que la justicia se auto depurara pero después de un año sucedió todo lo contrario. Ataques contra Milagro Sala, Amado Boudou, Cristina Kirchner y Axel Kicillof por nombrar solo algunos y defensa corporativa de jueces como Hornos, Bruglia, Bertuzzi, Gimignani y el procesado fiscal Stornelli.
El 4 de junio de 1946, Juan Domingo Perón asumía el cargo de presidente de la Nación ante la Asamblea Legislativa. En un tramo se refirió al rol de los jueces. Aquí un párrafo que, a 75 años, tiene la misma fuerza y vigencia: “…entiendo que la justicia, además de independiente, ha de ser eficaz, y que no puede ser eficaz si sus ideas y sus conceptos no marchan a compás del sentimiento público. Muchos alaban en los tribunales de justicia su sentido conservador, entendiendo por ello que defienden lo tradicional por el solo hecho de serlo. Lo considero un error peligroso, tanto porque puede poner en oposición a la justicia con el sentimiento popular, cuanto porque a la larga produce un organismo anquilosado. La justicia, en sus doctrinas, ha de ser dinámica, y no estática. De otro modo se frustran respetables anhelos populares y se entorpece el desenvolvimiento social con grave perjuicio para las clases obreras. Estas, que son, naturalmente, las menos conservadoras en el sentido usual de la palabra, al ver como se le cierran los caminos del derecho, no tienen más recursos que poner su fe en los procedimientos de la violencia.”
Un año después, el Congreso destituía por juicio político a los integrantes de la Corte Suprema.