En Juntos por el Cambio intentan ser mesurados, y por eso mismo tratan de alejarse de la idea triunfalista de que la elección legislativa dentro de dos meses ya está ganada. De ahí que, por estas horas, y mientras son espectadores de la crisis que golpeó al Gobierno después del resultado adverso de las PASO, piensan no sólo cómo retener los votos logrados el domingo pasado, sino en ampliarlos para ya sí, en ese caso, garantizar la victoria en la noche del 14 de noviembre.
Mientras, en lo que plantean como una auténtica cruzada a la hora de volver a la campaña, la coincidencia generalizada en el universo cambiemita apunta a ampliar el espacio, a través de la adhesión de aquellos que no votaron o lo hicieron por otras opciones.
Y con la mirada puesta en ese objetivo, la presa más codiciada es la de los peronistas desencantados con el Frente de Todos. Hasta ahora, Cristina Kirchner basaba su capital político en su condición de dueña de la mayoría de los votos bonaerenses –sobre todo del Conurbano- y en su entorno confiaban en un dato surgido de las estadísticas: el peronismo unido nunca perdió elecciones. Pero, claro, esas dos certezas se terminaron de derrumbar hace siete días.
La Tercera Sección Electoral, histórico bastión del PJ si los hay, fue la única del territorio bonaerense en donde ganó el Frente de Todos, con el 39,5 % de los votos contra el 31 % de JxC. Sin embargo, lo hizo con menos votos que hace dos años, cuando llegó al 56,6 %. Allí está La Matanza, donde Juntos redujo en un 20 % la brecha con el peronismo en comparación con las PASO de 2019.
Los referentes de la oposición saben que en su triunfo influyó el voto bronca contra el Gobierno, aunque destacan que en algunos distritos también pesó el trabajo político para insertarse en barrios pobres y asociados indisolublemente al peronismo, tal como ocurrió en Lanús.
Allí, el intendente Néstor Grindetti, del PRO, y su jefe de Gabinete, Diego Kravetz, hace un año lanzaron la agrupación Hacemos para captar a los heridos de la interna del PJ (muchos, molestos por el avance de Máximo Kirchner y La Cámpora en la Provincia), y crecer políticamente en el Gran Buenos Aires.
En esa sección electoral, con casi 5 millones de habitantes y compuesto por 19 municipios de la zona oeste y sur del conurbano, el peronismo gana las elecciones desde hace 35 años (con la única excepción de 1997, cuando Graciela Fernández Meijide, de la Alianza, le ganó a Hilda Duhalde, del PJ). En este mismo territorio, Juntos ahora no pudo ganar, pero creció en todos los municipios.
“Hicimos una práctica más peronista -precisó Kravetz-, que es hacer pie en los territorios que son no tan fáciles de abordar en la campaña típica de Cambiemos. No son tan importantes Facebook o Instagram, sino que el electorado te tiene que tocar, debe tener sus referentes, sus locales, con lógicas políticas que no son las de la Capital”.
Justamente, con la finalidad de penetrar en la base electoral del kirchnerismo y ampliar la base de sustentación de Juntos por el Cambio, el Pro puso en marcha un operativo para llevar al jefe de Gobierno porteño, Horacio Rodríguez Larreta, y Diego Santilli, primer candidato a diputado nacional de la coalición opositora en Buenos Aires, a las villas y los asentamientos de las zonas más postergados del conurbano bonaerense.
Pero, con la idea de fortalecer su proyecto presidencial, Larreta también le dedicó varias horas de su agenda a visitar varios de los barrios más humildes de esa región.
En ese sentido, el objetivo de las “bajadas” de Larreta y otros referentes de Pro es “romper el statu quo” en las capas más postergadas de la sociedad y disputarle la representación al peronismo en territorios donde el macrismo hacer pie con su mensaje. Ahí, gran parte del electorado sigue siendo refractario a JxC, pero envalentonados como están después del resonante triunfo del domingo pasado, no pierdan las esperanzas de sumar votos claves en esos territorios, históricamente refractarios para la llegada de otras fuerzas políticas que no sean el peronismo.