“A todos les pido que tenemos una gran oportunidad como país, no la dejemos pasar por alto. Estamos empezando una etapa del gobierno que estoy convencido vamos a transitar exitosamente. Con todos y todas incluidos. Para eso lo convoqué a Sergio, cuya capacidad y coraje me constan”, dijo el presidente Alberto Fernández en el breve discurso que pronunció ayer al tomarle juramento al nuevo ministro de Seguridad, oportunidad en la que calificó “primordial” mantener la unidad del Frente de Todos por la que, dijo, seguirá trabajando.
La gran diferencia de Massa con sus antecesores Martín Guzmán y Silvina Batakis es, justamente, el apoyo público recibido por parte de las principales cabezas del oficialismo a las que deben agregarse gobernadores, intendentes y centrales sindicales.
Por eso, no es casualidad que el ex titular de la Cámara de Diputados tuvo la habilidad de lanzar guiños a todos los sectores, incluyendo jubilados y trabajadores de los sectores más bajos, gesto que le faltó a Batakis en su presentación.
Sin lugar a dudas, se trata de un relanzamiento de la gestión del Frente de Todos, que se viene reflejando en el clima de entusiasmo e ilusión entre los principales referentes del oficialismo, y que hasta Máximo Kirchner se mostró en la misma sintonía con el resto, lo que se evidenció en el abrazo que le dio luego a Massa en el recinto.
Otro dato no menor, es que el hecho de que Cristina Kirchner se hubiera sacado una foto con el flamante ministro el lunes último posibilitó que muchos de los que unos días atrás habían criticado la presentación de Batakis, esta vez expresaran su respaldo a Massa todavía antes de conocer el paquete.
O que Andrés “el cuervo” Larroque, ministro de Desarrollo de la Comunidad bonaerense, haya también exteriorizado su apoyo al tigrense desde su cuenta de Twitter, con un contundente mensaje: “¡Fuerza, compañero Sergio Massa!”.
Ayer, durante los anuncios restrictivos del gasto y los destinados a fortalecer las reservas que se esperaban, el flamante ministro le agregó algunos extras clave. Por ejemplo, habló de la economía bimonetaria, del control de los planes sociales y avanzó con datos concretos para atacar el “festival de importaciones”, todas preocupaciones que la vicepresidenta había expresado en sus últimos mensajes.
Además, anticipó que habrá un extra para que las jubilaciones no pierdan contra la inflación y convocó la semana que viene a una reunión de entidades empresariales y sindicales para fijar un mecanismo que ayude a recuperar el ingreso de los trabajadores, propuestas que servirán para tranquilizar a los sindicalistas.
La emergencia que quiere atender Massa, según las varias iniciativas difundidas en el microcine del Palacio de Hacienda, es entonces conseguir un monto suficiente de dólares para aumentar en forma considerable las reservas del Banco Central. El flamante equipo económico sabe que sin esa condición resulta imposible ocuparse de las urgencias, que en forma resumida son la baja sustancial de la tasa de inflación desde niveles intolerables social y políticamente y la consiguiente recomposición de los ingresos de trabajadores y jubilados.
Y es en este contexto -que bien podría ser retratado como una emergencia-, que Sergio Massa desembarca en el gabinete. En los hechos, pasa a convertirse en un súper ministro, al quedar al frente de tres carteras (Economía, Desarrollo Productivo y Agricultura, Ganadería y Pesca) aunque, a decir verdad, es un retorno a la estructura histórica de tener bajo control esas áreas.
Más allá de las simpatías y rechazos que genera la imagen de Massa, en el Frente de Todos son conscientes de que este relanzamiento del Gobierno bien podría ser la última oportunidad para tomar las riendas, lo cual no deja de ser una lógica de supervivencia para la coalición oficialista.
Es que el arribo del tigrense al gabinete significa el retorno de la imprescindible cuota de volumen político para el manejo de la economía por parte de alguien que no es economista. En otras palabras, es una vuelta a aquella premisa de Néstor Kirchner, en cuanto a que los vaivenes económicos deben estar supeditados a la política.
En el plano personal, no cabe duda en cuanto a que el designado ministro de Economía encuentra la llave para consolidar su carrera política. Se sabe que es un hombre ambicioso, y que, desde el Frente Renovador que creó allá por 2013, nunca ocultó sus aspiraciones presidenciales. Por eso mismo es que, conocedor de las idas y vueltas de la política, sabe que el éxito o fracaso de su gestión será la herramienta que le permitirá concretar o enterrar para siempre su sueño. De ahí el optimismo y la esperanza que genera su nombramiento en las distintas líneas del FdT, sabiendo que Massa no dejará escapar esta oportunidad.
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