
En estas horas tan difíciles para el pueblo argentino y sin respuestas del peronismo – quizás en su peor momento desde su nacimiento, aunque no me olvido de los bombardeos, los fusilados y los desaparecidos- habrá que reflexionar seriamente para encontrar, más pronto que tarde, cuál es el camino para dar las soluciones que necesitan los argentinos ante las brutales medidas de ajuste que anunció el nuevo presidente.
El peronismo nació a partir de la originalidad, lo que nunca comprendió el establishmentpolítico-económico. Cuando en 1945 lo detuvieron a Perón y los patrones les decían a los obreros que se olvidaran de las “nuevas leyes laborales” y que los aumentos “se lo vayan a cobrar a Perón”, el pueblo trabajador, en silencio y como un huracán salió a las calles y se produjo el 17 de octubre, lo que Scalabrini Ortiz llamó “el subsuelo de la patria sublevada”.
Luego para las elecciones de febrero de 1946, los partidos tradicionales se juntaron en la Unión Democrática -conservadores, radicales, socialistas y comunistas- y festejaron el triunfo electoral antes de tiempo. La sorpresa los dejó sin palabras y Perón se impuso por amplia mayoría.
Con la revolución Libertadora vino el exilio de Perón y la proscripción del peronismo. El pueblo nunca bajó los brazos en lo que se conoce como la resistencia peronista. El pueblo trabajador se organizó y hubo una fuerte ola de atentados durante esos primeros años. Según datos del propio Ejército entre 1958 y 1961 hubo un total de 15.660 atentados con cargas explosivas, bombas, petardos y sabotajes en vías férreas y destrucción de torres de alta tensión. Un dato que merece recordarse es que, pese a la violencia de aquellos años, la mayoría de las acciones eran incruentas en vidas humanas.
A partir de 1964, con el intento del regreso de Perón a la Argentina, la CGT inició un plan de lucha que provocó la ocupación pacífica de 11.000 establecimientos con la participación de casi cuatro millones de trabajadores. La respuesta estatal y patronal llevó a que se iniciaran causas por más de 6.000 ocupaciones por el delito de usurpación. Perón llego hasta Brasil, pero las fuerzas armadas argentinas junto a las brasileñas no le permitieron llegar al país.
A partir del golpe de Onganía y observando que muchos dirigentes sindicales, con Vandor a la cabeza, decidían pactar con la dictadura militar, el general Perón realizó una jugada magistral y comenzó el trasvasamiento generacional con los jóvenes que se acercaban al peronismo y no dudó en apoyar las “formaciones especiales” cuando el general Lanusse no quería aceptar que Perón regresara al país para ser candidato. El general utilizó todas las herramientas para su regreso: “La vía de la lucha armada es imprescindible. Cada vez que los muchachos dan un golpe, patean para nuestro lado la mesa de las negociaciones y fortalecen la posición de los que buscan una salida electoral limpia y clara. Sin los guerrilleros del Vietcong atacando sin descanso en la selva, la delegación vietnamita en París tendría que hacer las valijas y volverse a casa”.
Y finalmente, pese a todas las trabas que le pusieron las fuerzas armadas, 17 años después, pudo regresar y ser elegido por tercera vez presidente de todos los argentinos.
Luego de que el peronismo tuviera la primera derrota electoral en 1983 por los manejos burocráticos y enquistados en el PJ nacional, Antonio Cafiero junto a un grupo de jóvenes comenzó a organizar la “renovación peronista” por afuera del partido, con lo cual luego de dos años le ganó la gobernación de Buenos Aires al radicalismo.
Escuchemos un fragmento de un acto de Cafiero planteando los cambios que el peronismo necesitaba:
Decia Antonio Cafiero. pic.twitter.com/p6PbLy3ufS
— Raúl Timerman (@raultimerman) December 10, 2023
Después de la debacle de 2001, primero con Eduardo Duhalde haciéndose cargo del gobierno y después con el cambio radical que le impuso Néstor Kirchner, el peronismo dio las respuestas adecuadas a la Patria, levantando las banderas históricas del peronismo y sumándole la lucha por los derechos humanos.
Durante 12 años, con Néstor y Cristina, hubo cambios muy significativos a favor del pueblo trabajador, con mejoras sustanciales en lo económico, pero no se pudo ni se supo cambiar la matriz económica y terminamos sucumbiendo ante Mauricio Macri y la derecha en 2015.
El gobierno de Alberto Fernández fue malo y la gente más humilde percibió que durante la última década la pasó muy mal, sin respuesta de los políticos, con el 45 por ciento de pobreza y 150% de inflación. Y votó lo nuevo, aunque lo nuevo sea el verdugo que utilizará la motosierra con los trabajadores y no con los empresarios que se robaron todo en este país, que incluso multiplicaron las ganancias en plena pandemia, mientras recibían la ayuda del Estado nacional.
¿Qué hacer? Es el título de un emblemático libro de Lenin durante la revolución rusa. No hay que irse tan lejos. Hay que pensar en las banderas del peronismo y en la creatividad de su gente, con los dirigentes o sin ellos. Hay que asumir que nuestra dirigencia política, sindical y social fracasó, no estuvo a la altura de la historia. Hoy el PJ es una cáscara vacía. Perón decía que las instituciones, como el pescado, suelen comenzar a pudrirse por la cabeza y la mayoría de nuestra dirigencia tiene mal olor.
Hoy muchos dirigentes, no todos, se han alejado de su capacidad de relacionarse con la realidad, han perdido el contacto cotidiano con la quintaesencia del peronismo que es la transformación del pueblo argentino. El querido compañero Jorge Coscia decía que el peronismo es un árbol que tiene, desde siempre, distintas ramas, algunas más cerca de la raíz dadora de vida, otras más alejadas, hasta que se separan tanto que se cortan y se secan.
Habrá que buscar un nuevo trasvasamiento generacional como el de los años sesenta para retomar las banderas de la liberación y la justicia social. Las grandes crisis son indicadores de la necesidad de grandes cambios y quizás ha llegado el momento para que la militancia produzca ese cambio dirigencial que le permita, una vez más, darle las respuestas al pueblo argentino.