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10 noviembre, 2024
MUNDO SECTAS

Shoko Asahara y el gas sarín en el metro de Tokio

Entre las siete y las nueve de la mañana más de tres millones de japoneses utilizan el subterráneo de Tokio para llegar a sus lugares de trabajo o estudio. En la mañana del 20 de marzo de 1995 un grupo de cinco personas dejaron paquetes en los vagones de tres líneas y en 16 estaciones de la red metropolitana. Los paquetes, envueltos en papel de diario y encerrados en una bolsa de plástico, contenían una mezcla de gas sarín, y produjeron 12 muertos y más de 5.400 heridos e intoxicados. El atentado había sido planificado por Shoko Asahara, el líder de la secta japonesa apocalíptica AUM Shinri Kyo (La Verdad Suprema).

Shoko Asahara —su nombre real es Chizuo Matsumoto— nació en Japón en 1956. No vidente, desde muy joven estudió acupuntura e instaló una farmacia en las afueras de Tokio. Poco tiempo después fue detenido por vender falsos remedios. En 1984 fundó la Asociación de la Bendición Celestial que fue la precursora de La Verdad Suprema fundada en 1987. El líder predicada una mezcla de misticismo indio y budismo primitivo con técnicas de levitación.

En un principio el grupo no superaba una docena de miembros, pero luego de un viaje a los montes himalayas, Shoko Asahara cambió su discurso por uno más apocalíptico y anunció que el mundo terminaría en 1997 luego de un sorpresivo ataque nuclear de Estados Unidos a Japón, salvándose sólo sus discípulos. Paralelamente creció su odio a los Estados Unidos de América y su admiración por Adolfo Hitler.

El grupo fue inscripto como religión en 1989 y comenzó a crecer hasta superar los 10.000 adeptos. Shoko Asahara era un líder agresivo y los miembros debían ser sumisos y entregar todos sus bienes. Desde un inicio todos los adeptos eran sometidos a una dieta estricta compuesta de arroz y verduras. Muchos niños fueron encontrados en estado de desnutrición.

En los juicios contra los responsables de los atentados se conocieron en detalle las brutalidades cometidas con los adeptos de La Verdad Suprema.

Era frecuente que los fieles que no obedecían fueran sumergidos en agua hirviendo o que fueran encerrados en una urna metálica.

También se supo que los fieles más cercanos al profeta tenían el privilegio de beber el agua de la “laguna milagrosa”, que era el agua sucia que quedaba en la bañera del Líder. Otras de las actividades que practicaban era colocarse el “gorro de la felicidad”, una capucha de lana entretejida con alambres y conectada a una batería que emitía un ruido, que los adeptos creían eran las ondas cerebrales del gurú.

Merece destacarse que la generalidad de los adeptos eran personas de buena extracción social, la mayoría universitarios, donde se destacaban los ingenieros, médicos, físicos y bioquímicos.

La mayoría de los integrantes del grupo vivían en comunas autogestionarias y las donaciones de los adeptos hicieron que creciera económicamente. A principios de los años noventa eran dueños de Vainqueur Ltd., una importantísima empresa de computación dedicada al hardware y software que tenía contratos millonarios con empresas privadas y del Estado.

Shoko Asahara, más allá del dinero, estaba convencido de que el mundo terminaría en 1997 y decidió construir varios refugios nucleares y creó dentro del grupo una sección dedicada a las armas bacteriológicas y a la fabricación de venenos. En 1992 envió un grupo de adeptos a Zaire para obtener muestras del virus Ébola y usarlo como arma biológica.

El grupo se estaba preparando para los acontecimientos de 1997 y no podía permitir que nadie interrumpiera esa idea. En 1989 el abogado Yokohama comenzó a investigar la secta. El grupo ordenó su asesinato junto a su mujer Satoko y a su pequeño hijo Tatsuhiko, de sólo un año de edad. Sus cuerpos fueron enterrados sin que la policía supiera de la vinculación con el culto.

En 1994 el gurú dio la orden de probar el gas sarín —un veneno creado por los científicos de Hitler en la segunda guerra mundial- en una zona residencial de la ciudad de Matsumuto, en el centro de Japón, donde perecieron siete personas y decenas resultaron intoxicadas. Pero una vez más la policía no asoció este hecho con la secta.

El atentado en el subterráneo de Tokio.

En febrero de 1995 un destacado abogado de Tokio, que investigaba al grupo porque una hermana suya estaba dentro del mismo, fue secuestrado en una concurrida calle de la capital nipona. Esta vez la policía pudo comprobar en sus investigaciones que la secta estaba detrás de la desaparición del abogado. Shoko Asahara, preocupado ante el avance de la investigación, decidió organizar un ataque terrorista al metro de Tokio con la intención de crear el caos en la Capital y así entorpecer las investigaciones policiales sobre el culto.

La mañana del 20 de marzo de 1995, un día claro y agradable de primavera, cinco miembros de la secta religiosa atacaron el sistema de subterráneos de Tokio, con gas sarín, uno de los agentes neurotrópicos más mortíferos que se hayan desarrollado. Esa mañana cinco sectarios se subieron a varias líneas del metro con bolsas de plástico que contenían el gas venenoso, envueltas en papeles de diarios. Las dejaron debajo de los asientos y antes de llegar a una terminal las perforaron con la punta de un paraguas. Luego huyeron del mismo. La acción dejó 12 muertos y más de 5400 heridos que tuvieron que ser tratados en hospitales por inhalar el gas tóxico inventado por los nazis en la segunda guerra mundial.

Kiyoka Izumi, un circunstancial peatón, relató la dantesca escena luego del atentado: “Cuando vi a toda esa gente pensé en una sola palabra “infierno”. Tres hombres yacían en el suelo con cucharas introducidas en la boca como precaución para impedir que se ahogaran con su propia lengua. Otros seis miembros de personal de la estación también se encontraban allí, sentados sobre los canteros de plantas, agarrándose la cabeza y llorando. A un hombre, de quien a simple vista se apreciaba que era bastante viejo, le salía espuma por la boca”.

La gravedad del ataque llevó a que las fuerzas de seguridad montaran un impresionante dispositivo que terminó en los locales de la secta con el arresto de Shoko Asahara y una decena de sus principales dirigentes. En los allanamientos a las sedes sectarias, la policía confiscó toneladas de productos químicos y otros materiales peligrosos. En una de las comunas, unos cincuenta seguidores fueron encontrados en estado de semiinconsciencia, aparentemente por inanición, dentro de una capilla destinada a la veneración del gurú.

Todos tenían pintadas las cejas de verde —una práctica de los adeptos— y decenas de niños estaban desnutridos y ni siquiera recordaban el nombre de los padres.

Algunos miembros del grupo, pese a la detención de Asahara, estaban descontrolados y diez días después atentaron contra el jefe de la policía de Tokio frente a su residencia. Más tarde, un paquete explosivo, dirigido al gobernador de la capital nipona, estalló en el edificio del gobierno. Luego se produjeron un par de ataques a tiendas y a una estación del ferrocarril sin que se produjeran víctimas.

Luego de un extenso juicio con apelaciones, en la mañana del 6 de julio de 2018, las  agencias de noticias japonesas informaron que Shoko Asahara, junto con 12 seguidores en prisión, fueron ejecutados en la horca.

Texto del libro Shopping Espiritual. Las Sectas al Desnudo 2007 Editorial Planeta

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