En medio del mayor escándalo de corrupción que salpica a Karina Milei —y con un gobierno que incluso intentó encarcelar periodistas para que no se difundieran audios comprometedores—, el oficialismo dinamitó uno de sus principales argumentos: que el dólar “flotaba libremente”. Ante la corrida cambiaria, la Casa Rosada ordenó la intervención en el mercado para contener una disparada que amenazaba con pulverizar lo poco que queda de credibilidad.
Desesperado, el Gobierno anunció que el Tesoro Nacional intervendrá en el mercado de cambios para intentar frenar la suba del billete verde. “El Tesoro Nacional anuncia que, a partir del día de la fecha, participará en el mercado libre de cambios con el fin de contribuir a su liquidez y normal funcionamiento”, publicó en X el secretario de Finanzas, Pablo Quirno.
El lunes, el dólar oficial cerró en un nivel récord de $1.385, muy cerca de los $1.460, techo de la banda de flotación administrada. En la City porteña, las cuevas ya lo ofrecían por encima de los $1.500 en operaciones informales, mientras los contratos de futuros marcaban expectativas de devaluación aún mayores para las próximas semanas.
La decisión de intervenir contradice abiertamente el discurso de Milei y su equipo económico, que durante meses sostuvieron que el tipo de cambio debía “flotar libremente” como emblema de la ortodoxia austríaca. El viraje genera dudas en el mercado y profundiza la sensación de improvisación: primero se prometió que el dólar flotaba, luego se implementó una banda de flotación y ahora se pasó a la intervención directa.
En este contexto, Cristina Fernández de Kirchner salió con los tapones de punta. Desde su cuenta de X, publicó un extenso mensaje en el que desnudó las contradicciones del gobierno libertario y advirtió sobre un escenario de “sin pesos y sin dólares”, con crédito bancario paralizado, consumo en caída libre y fuga de capitales.
“¡Ay Milei!… Qué quilombo se te armó… Y no te lo digo por la coima de tu hermana, sino por lo cambiario y monetario. ¡La vas a chocar mal! Se te van los dólares por la canaleta del turismo emisivo, la formación de activos en el exterior (en mi barrio le dicen ‘fuga de capitales’), los intereses de la deuda, la compra para el colchón y las importaciones…”
El hilo completo fue un repaso demoledor de la política económica oficial, desde la bola de nieve de la deuda en pesos hasta la suba de tasas que asfixió el crédito. Y lo cerró con ironías personales contra Milei: “Ahora entiendo por qué no llegaste a ser arquero en primera: te tiran un colchón y no lo atajás”.
La pelea por el dólar se convirtió, una vez más, en el corazón de la crisis argentina. Cada intervención para frenar la corrida erosiona el relato libertario, acelera la desconfianza y deja al descubierto la fragilidad de un plan económico que ya no convence ni a sus propios defensores.