Con una economía al borde del colapso, un Banco Central que en apenas dos jornadas vendió USD 1.110 millones, un dólar oficial que alcanzó los 1.515 pesos y un riesgo país de 1.440 puntos, y con el mayor escándalo de corrupción de su gobierno —que involucra a su propia hermana—, el presidente Javier Milei llegó a Córdoba. Allí visitó la Bolsa de Comercio y luego encabezó un acto en el que se lo vio desbordado, a los gritos e insultos, mintiendo como de costumbre y culpando de todos los males al peronismo.
Desesperado por el caso de corrupción en el robo a los fondos para personas con discapacidad —denunciado por su propio abogado y amigo—, Milei comenzó atacando al “partido del Estado” por frenarle los vetos a los aumentos de jubilados, a la emergencia pediátrica y a la defensa de la universidad pública. “Eso que hacen, la máquina de impedir, es porque están cagados. No paran de torpedear los logros de este gobierno”, lanzó.
Rápidamente, consciente de que el escándalo lo acorralaba, apuntó contra el periodista Jorge Rial, calificando de “operetas, mentiras, calumnias y difamaciones” las denuncias, y agregó: “Los argentinos son inteligentes y no se van a dejar engañar por un chimentero berreta”.
Luego siguió: “Me encanta que ahora los kukas son catadores de corrupción y hablan con audios de chimento de peluquería e inteligencia artificial, mientras ellos tienen una triple condenada con tobillera”. Sacado, continuó: “No se dejen psicopatear por operetas armadas por actores pagos para generar mentiras que solo buscan manchar nuestro honor”. Y terminó desbordado cantando: “¡Saquen al pingüino del cajón!”.
Jorge Rial no tardó en responderle: “Chimentero, barato y el que se la puso hasta el fondo”, escribió en sus redes, acompañado de emojis de risa y una imagen con el “3 %”, en alusión al supuesto porcentaje que se habría quedado la hermana del presidente con fondos para personas con discapacidad.
Además de Rial, Milei atacó al exgobernador Juan Schiaretti: “Escuchaba el otro día a un exgobernador de acá. Proponía aumentar el gasto público en siete puntos del PBI. ¿Quieren financiar eso con el IVA? Tendrían que llevar el IVA al 42 %. ¡Nos quieren cagar de hambre!”. Schiaretti respondió de inmediato: “El presidente mintió una vez más descaradamente a los cordobeses”, y remarcó que “seguramente le incomoda que nuestra provincia haya sido ejemplo de prosperidad, manteniendo el equilibrio fiscal, garantizando la inclusión social y ejecutando las obras de infraestructura necesarias para el desarrollo”.
En todo su discurso, Milei no hizo mención al dólar por las nubes que amenaza con llevar al país al default, ni a las jubilaciones miserables de los abuelos, al desprecio por la salud y la educación públicas, ni a los fondos que le retiene a las provincias.
Mientras el dólar trepa sin freno y el riesgo país marca récords, el presidente elige los gritos antes que las soluciones. Señala enemigos, pero no un plan. Córdoba fue solo una muestra: un líder desbordado que insulta para tapar su propio incendio.
La economía se desploma, la corrupción lo acecha y las provincias reclaman lo que es suyo. Milei puede seguir cantando contra fantasmas, pero el verdadero coro —el de una sociedad harta— amenaza con hacerse escuchar más fuerte que sus alaridos.