
Sin dólares, sin créditos y gastando el dinero de todos los argentinos, en medio de una crisis que incluso el “círculo rojo” consideraba terminal, el presidente jugó su última carta ante Donald Trump. Sabe que es el único líder de derecha en América Latina que vota todo lo que pide Estados Unidos y mucho más.
Para Trump fue fácil: no necesitó ni una reunión bilateral. Bastó un encuentro de unos minutos en el que él llevó la voz cantante, elogió al presidente libertario, publicó un tuit y, a los pocos minutos, sin que Milei alcanzara a hablar, bromeó —“como dice Freud, en todo chiste hay algo de verdad”—: “La reunión terminó, no estuvo mal, ahora podemos irnos de aquí”.
Por ahora se desconoce en qué consistirá la ayuda prometida para llegar al 26 de octubre. Se espera que hoy el secretario del Tesoro, Scott Bessent, lo anuncie. De movida se sabe que Estados Unidos exigirá que la Argentina cancele el swap de monedas vigente con China, que suspenda las represas hidroeléctricas en Santa Cruz, que frene el desarrollo de la red 5G que impulsa el Grupo Clarín y, quizás, que autorice la instalación de una base norteamericana en Tierra del Fuego.
Mientras tanto, Milei ganó algo de tiempo: el dólar, que el viernes rozaba los 1.473 pesos, cayó a 1.385, y el riesgo país bajó de 1.456 a 1.023 puntos básicos. También ayudó la decisión de establecer retenciones cero al campo, medida que permitiría reunir unos 7.000 millones de dólares.
Más allá de que el ministro Caputo afirmara que en el encuentro “se emocionó casi hasta las lágrimas”, la realidad para los argentinos sigue siendo la misma: despidos, cierre de fábricas, nula obra pública, jubilaciones de hambre, vetos a la emergencia hospitalaria y universitaria, apropiación de fondos de las provincias y un desprecio sistemático por la educación y la salud públicas. Una verdadera catástrofe que ya tuvo su castigo en las elecciones del 7 de septiembre, cuando La Libertad Avanza perdió por 14 puntos.
Memoria activa
Los argentinos a veces tenemos la memoria frágil. En mayo de 1945 llegó al país el nuevo embajador de Estados Unidos, Spruille Braden. Preocupado por el crecimiento de Juan Domingo Perón —al que consideraban un “fascista”—, se convirtió en el jefe de la oposición y hasta participó de la Marcha por la Libertad y la Democracia. Se reunió con Perón cuatro veces; la más tensa fue el 5 de julio, cuando le planteó las exigencias de Washington: que Argentina entregara las empresas alemanas expropiadas y cediera espacio aéreo a las compañías estadounidenses. Si Perón aceptaba, EE. UU. no interferiría en su posible candidatura.
—¿Cuál es el problema? —preguntó un intrigado Braden.
—Pues que en mi país, al que hace eso, se lo llama hijo de puta —respondió Perón.
Braden quedó atónito, se levantó y se marchó sin despedirse. Perón relató la escena años más tarde al historiador Félix Luna:
“Braden se había incorporado a la Unión Democrática y yo lo utilice porque, ¡claro!, era un elemento urticante… ¡Como no lo iba a aprovechar! (…) El llego, dejo su sombrero y nos pusimos a hablar a calzón quitado, como hablamos siempre. Y me empezó a plantear una serie de problemas. Yo le dije: Vea, embajador, nosotros, como movimiento revolucionario, queremos liberar al país de toda clase de férulas imperialistas. Usted se ha embarcado en una tendencia totalmente contraria a la nuestra y nosotros estamos en contra de la que ustedes, los americanos, quieren, de acuerdo con su embajador’. Me acuerdo que me hablo de Cuba, me dijo que él había estado allí y que Cuba no era una colonia –porque yo le había dicho que no estábamos dispuestos a ser una colonia-. Entonces le dije: Mire, no sigamos, embajador, porque yo tengo una idea que por prudencia no se la puedo decir. ´No dígamela’, replico él. Bueno –le conteste-, yo creo que los ciudadanos que venden su país a una potencia extranjera son unos hijos de puta… Y nosotros nos queremos pasar por hijos de puta…”
Se enojo y se fue. Y con el enojo se olvidó el sombrero. Estuvimos solos en la entrevista; por allí andaban cerca los edecanes… ¡Después los muchachos estuvieron jugando al fútbol con el sombrero de Braden!”
Karl Marx escribió en El 18 Brumario que “Hegel dice en alguna parte que todos los grandes hechos y personajes de la historia universal aparecen dos veces. Pero se olvidó de agregar: una vez como tragedia y la otra como farsa”.
Ochenta después, la historia se repite. Pero si en 1945 fue tragedia y dignidad, hoy es entrega de soberanía. Braden se fue con el sombrero olvidado; Trump se va con las llaves del país en el bolsillo. La diferencia es que Perón le dijo “hijo de puta” y Milei solo atinó a sonreír para la foto.
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