
El principal enemigo de Javier Milei es Axel Kicillof, le guste o no al conjunto del peronismo. En los últimos días, tanto el Presidente como el jefe de Gabinete Manuel Adorni y el ministro del Interior Diego Santilli saltaron a su yugular solo porque el gobernador bonaerense reclamó que el Gobierno nacional le robó a la Provincia unos 13 billones de pesos, tras eliminar los fondos de seguridad, el fondo compensador del transporte, el incentivo docente, las transferencias para jubilaciones y frenar más de mil obras y 16 mil viviendas.
Las críticas a Kicillof no provienen solo de la derecha y del establishment económico. También llegan desde el propio peronismo y de Cristina Kirchner, que nunca aceptó el desdoblamiento electoral que permitió al peronismo ganar una de las elecciones y empatar la segunda.
Pero el problema no son las discusiones internas —que siempre existieron—, sino la falta de propuestas. Faltan nuevas melodías que vuelvan a emocionar a las mayorías. ¿Cómo puede ser que un candidato del kirchnerismo obtenga apenas 5 puntos en Córdoba o 13 en Salta, y pierda en Jujuy, Santa Fe, Chaco, San Luis o Entre Ríos?
No hay que temerle a las internas: hay que resolverlas, no postergarlas.
La historia del peronismo está llena de enfrentamientos. Perón no dudó en apartar a Cipriano Reyes, protagonista del 17 de octubre. En 1951 se peleó con el coronel Domingo Mercante, un brillante gobernador. Décadas después, Antonio Cafiero rompió con su mentor Lorenzo Miguel, convencido de que el peronismo debía renovarse. En 1985 presentó una lista por fuera del PJ, ganó y se quedó con la conducción del partido, llegando a la gobernación dos años más tarde.
Luego perdió una interna con Carlos Menem en 1988, y más tarde llegó la disputa entre Menem y Duhalde. Finalmente, Néstor Kirchner, que alcanzó la presidencia con el apoyo de Duhalde, no dudó en enfrentarlo en las elecciones de medio término, donde su lista arrasó.
Hoy el peronismo debe actuar sin miedo: Kicillof ya expresó su deseo de ser candidato a presidente, y todo dirigente que aspire a competir debe decirlo abiertamente. Si no hay acuerdo, que haya internas. Lo que no puede continuar son las internas permanentes que solo desgastan y desmovilizan a la militancia.
Pero además de un candidato, el peronismo necesita un programa de gobierno claro y moderno, capaz de enamorar nuevamente al pueblo. Si no cambiamos, corremos el riesgo de convertirnos en un partido conservador, como el APRA peruano o el PRI mexicano, con ideas viejas y sin respuestas a los desafíos del presente.
“El peronismo será revolucionario o no será”, decía John William Cooke.
Dejemos de buscar la aceptación de la derecha o del establishment. Eso no ocurrirá jamás.
Miremos al joven alcalde de Nueva York, Zohran Mamdani, que acaba de ganar con un programa socialista y popular: transporte gratuito, salud y vivienda digna, y más impuestos para los ricos. Mientras Milei viaja a Miami a buscar selfies con Trump, en el mundo surgen dirigentes que eligen estar del lado de la gente.
Un programa peronista para crear esperanza
- Aumento para los jubilados y medicamentos gratuitos.
- Aumento de salarios y paritarias libres.
- Inflación cero con desarrollo económico.
- Salud y educación públicas y gratuitas.
- Políticas reales contra la inseguridad.
- Recuperación de la obra pública.
- Sanciones ejemplares a empresarios corruptos.
- Renegociación seria de la deuda con el FMI.
- Impuestos a los más ricos.
- Regreso a los BRICS y fortalecimiento de la integración latinoamericana.
El desafío es claro: el peronismo debe presentar un nuevo decálogo, contundente y creíble, para recuperar la confianza de la mayoría del pueblo argentino.
Todo esto debe expresarse con un lenguaje nuevo, lleno de frescura, alegría y esperanza. Como decía Perón: “La mitad de la tarea de un gobierno está en que el pueblo esté contento. El pueblo contento comienza el camino de la felicidad.”
Si no hay consenso, habrá que ir a internas, pero el candidato y conductor del peronismo deben definirse a más tardar en marzo de 2026. Kicillof, De Pedro, Quintela, Zamora, Máximo, Massa, Grabois o quien elija la voluntad de los afiliados. Cristina, injustamente presa, no podrá ser candidata.
Desde esas internas deberá surgir un líder con un programa de transformación profunda, que recorra todas las provincias, mire hacia América Latina y dialogue con Lula, Petro y AMLO para nutrirse de las mejores ideas de nuestra región.
El peronismo no puede seguir esperando el permiso del poder: tiene que volver a ser la voz de los que no tienen voz. Si no se anima a ser revolucionario, otros ocuparán su lugar.
