Por Julio Fernández Baraibar. Como no podía ser de otra forma, la ola de gobiernos contrarrevolucionarios en una parte muy significativa de América Latina ha producido una muy lamentable escisión en la UNASUR, la primera institución regional que logró reunir a los países del área sin la presencia, siempre amenazante y extorsiva de los EE.UU.
La decisión anunciada ayer, aunque no hay precisiones acerca de su implementación, por parte de Argentina, Brasil, Colombia, Chile, Paraguay y Perú, de retirarse de la UNASUR significa un enorme golpe a esta organización y un retorno al protagonismo de la OEA y su lacayuna obediencia a los dictados del Departamento de Estado yanqui.
Desde nuestra perspectiva de la Unidad Continental, la decisión es manifestación de un enorme fracaso. La UNASUR fue el producto de la marea transformadora e integradora que maduró a fines del siglo XX y se desarrolló durante los primeros quince años del nuevo siglo. Un impulso, que venía de la historia y que era encarnadado por los pueblos de la región, puso en el orden del día la necesidad de reconstituir la unidad perdida después de las guerras de la Independencia. El Mercosur, que había surgido durante la hegemonía neoliberal en el continente, en los ’80, se había convertido, en estos años, en un motor de la integración.
Pero, con todo lo alcanzado en estos años, prevaleció siempre un criterio ideológico por sobre las imprescindibles medidas estructurales que consolidaran y dieran carnadura y sostén a esos acuerdos de principio y objetivos que cada uno de los gobiernos de la región encarnaban. Fue casi imposible, por mezquindades regionales, por presión imperialista, por voracidad de las burguesías y oligarquías locales, avanzar sobre transformaciones estructurales -Banco del Sur, moneda propia para el intercambio comercial en la región, grandes proyectos viales, ferroviarios y fluviales que consolidasen el hinterland suramericano, creación de grandes entidades regionales que unifiquen las políticas de energía y recursos naturales, etc.- que hubieran hecho mucho más difícil esta nueva ola balcanizadora. Con solo comparar las dificultades que tiene el Reino Unido para llevar a cabo lo que fue una decisión brotada de un proceso electoral, el Brexit, y la facilidad con que estos nuevos y viejos gobiernos proimperialistas rompen esas instituciones y desmontan quince años de esfuerzos políticos, diplomáticos y económicos, se hace evidente la debilidad de nuestros logros.
El imperialismo yanqui, vuelto sobre sí mismo para reconstruir su poder económico perdido, enfrentado a una guerra comercial con China y en un ajedrez fatal con la Federación Rusa, que busca vías de salida del pantano del Medio Oriente, ante la ya evidente derrota, necesita, como es obvio, ordenar su patio trasero, Latinoamérica. Ha encontrado gobiernos mercenarios dispuestos a cumplir esa vil tarea. La cumbre de Lima dejó en evidencia esta situación. Peleles de un amo que ni siquiera vino a la cita, Mauricio Macri, Michel Temer, Juan Manuel Santos y el desconocido presidente del Perú, Martín Vizcarra, pretendieron acorralar a los gobiernos de Venezuela y Bolivia, los únicos que expresan y sostienen la voluntad de Patria Grande.
Lo que está en juego no es tan solo una cuestión diplomática. Estas miserables oligarquías carecen de un proyecto para el conjunto de nuestros pueblos y su idea es el desvencijado panamericanismo de la entreguerra en el siglo pasado. Walt Disney dio representación simbólica a esa política: Pepe Carioca, ese lorito simpático y charlatán pretendía representar al pueblo brasileño, los cuervos haraganes y dormilones expresaban al pueblo mexicano y un Goofy disfrazado de peón de campo saludaban alegres la llegada de Mr. Ponsomby, como Methol Ferré llamaba a los nuevos colonizadores yanquis.
Es necesario tomar en cuenta los errores cometidos para evitarlos en el nuevo ciclo integrador que, más temprano que tarde, volverá a recorrer el continente. Más Perón que Che Guevara, más ATLAS (Agrupación de Trabajadores Latinoamericanos Sindicalizados) que Foro de San Pablo, más Methol Ferré y Francisco que István Mészáros.
Porque hay una cosa que es insoslayable: o nuestros pueblos se unen y constituyen el gran bloque continental que llamamos Patria Grande o nuestros hijos y nietos serán ilotas, esclavos, material de descarte del mundo que hoy se está constituyendo.