Los medios hegemónicos y no pocos referentes del macrismo buscaron minimizar los alcances de la carta pública de Cristina Kirchner, o bien tergiversaron el mensaje, pero el hecho de que en las últimas horas nada más ni nada menos que Héctor Magnetto haya tenido que sentarse frente al ministro de Economía, Martín Guzmán, fue todo un símbolo de que el mensaje de la vicepresidenta fue lo suficientemente impactante como para que tan solo una semana después de aquella declaración a los principales empresarios del país no les haya quedado otra alternativa que aceptar las reglas del juego propuesto por CFK.
Es que a partir del texto de Cristina y el lógico revuelo que generó, cambió radicalmente un escenario que, de apocalíptico, plagado de tensiones y temerario por donde se lo mirara, pasó a ser de calma y, de manera sorpresivaa, de diálogo.
Y sin lugar a dudas, para provocar esa transformación impensada hasta la semana pasada, contribuyeron las medidas implementadas justamente por el interlocutor de ayer, y que se tradujeron en la constante baja de la cotización del dólar, y consecuentemente, en el pedido a gritos de poner en práctica una devaluación del peso.
En otras palabras, el hecho de que los principales referentes de la poderosa Asociación Empresaria Argentina (AEA) hayan tenido que dar marcha atrás en sus alocadas pretensiones de las últimas semanas, en las que no dejaron de presionar por todos los flancos habidos y por haber con el objetivo de debilitar al gobierno, esperando como aves carroñeras un golpe de nocaut, no dejó de representar un triunfo de la vicepresidenta que, gracias a aquella carta, logró que los pesos pesado del establishment tuvieran que venir al pie y reunirse con Guzmán.
Además de Magnetto, estuvieron el Director general de AEA, Jaime Campos, Paolo Rocca, de Techint; Carlos Miguens; Enrique Cristofani; María Luisa Macchiavello; Alfredo Coto; Federico Braun y Alberto Grimoldi.
Más allá de las preocupaciones que le transmitieron al ministro, los empresarios no sólo se retiraron más que satisfechos del Palacio de Hacienda por la buena predisposición del funcionario para intercambiar opiniones, sino que también -tal como lo reconocieron entre sus allegados-, se llevaron una grata sorpresa por la solidez de los argumentos de Guzmán, reconociendo, en definitiva, cuánto de prejuicio había respecto a la visión distorsionada que tenían sobre quien tiene la responsabilidad de ordenar las finanzaas, frenar las subidas del dólar y negociar con el Fondo Monetario Internacional (FMI).
Precisamente, durante el eucuentro se habló sobre la necesiad de cerrar sin demoras un acuerdo con el Fondo, y la importancia de que en la Argentina se alcancen consensos sólidos para lograr una salida a la crisis, tal como lo había propuesto Cristina en su carta.
Esa referencia hizo que en la reunión sobrevolara el pedido de “un acuerdo que abarque al conjunto de los sectores políticos, económicos, mediáticos y sociales” que la semana pasada hizo la vicepresidenta. Y si bien no se habló en forma específica de esa misiva, sí se dijo con claridad en que los acuerdos forman parte del camino a seguir.
En tanto, Guzmán dejó en claro que el Gobierno no puede devaluar porque eso incrementaría las tensiones en los sectores más pobres por el impacto que tendría que el nuevo precio del dólar se traslade, sobre todo, al precio de los alimentos. Y, muy optimista, consideró que va a seguir habiendo una brecha, pero que se irá acomodando de a poco sin perder el orden social, reiterando que el Gobierno está atado a una estrategia cambiaria, y cree que podrá mantenerla.
El ministro explicó a los empresarios que él pretende que el acuerdo con el FMI lo apruebe el Congreso. Lo que no se sabe es si habrá conversaciones que involucren a algún sector de la oposición. Hasta ahora eso no está previsto en el horizonte cercano, aunque sí es muy probable que se lo siga viendo en diálogo permanente con aquellos que inciden en la economía, como los empresarios, bancos y, en general, la gente del mercado.