21 noviembre, 2024
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La clave del fracaso de la alianza conservadora-evangélica en la Argentina

Por Alfredo Silletta

La serie El Reino trajo al debate el crecimiento del fenómeno evangélico en América Latina y su vinculación al poder político conservador.  La pregunta que da vueltas es por qué nunca se produjo esa alianza entre el mundo evangélico y el establishment económico para la toma del poder. La respuesta se llama peronismo e intentaremos explicarlo en esta nota.

La influencia de los telepredicadores y su alianza con la Nueva Derecha en los Estados Unidos, a partir de Ronald Reagan en 1980, se esparció rápidamente a América Central con la intención de frenar la revolución sandinista en Nicaragua. En poco tiempo, Centroamérica se llenó de telepredicadores y programas de televisión que influenciaron en la sociedad. El ejemplo más siniestro fue el golpe de estado en Guatemala por parte del general  y pastor evangélico Efraín Ríos Montt, quien gobernó entre 1982 y 1983 y, en el nombre de Dios, asesinó a miles de indígenas que no aceptaban la biblia.

El crecimiento de los grupos evangélicos continuó en toda la América Latina y especialmente en Brasil, con el fenómeno de la Iglesia Universal del Reino de Dios que posee miles de templos, radios y canales de televisión. Fueron el puntapié principal para que Jair Bolsonaro llegara a la presidencia, aunque debemos reconocer que antes Lula llevó como vicepresidente a un pastor evangélico.

Inmigración y crisis del 30. Entre 1857 y 1917 ingresaron al país más de tres millones de inmigrantes. De esta cifra, el 90% se radica en la región pampeana y especialmente en zonas rurales. La mayoría eran católicos y una minoría de origen protestante. Después de la década del ‘30 hubo una gran migración interna que venían desde las provincias del interior en la búsqueda de las nuevas industrias que se esparcían en el Gran Buenos Aires. Bernardo Verbitsky escribe aquel maravilloso libro Villa Miseria también es América donde relata el crecimiento de ese nuevo mundo. 

A diferencia de América Latina, el fenómeno evangélico no prosperó demasiado en Argentina, pese a que era un momento propicio para su crecimiento cuando millones de personas se trasladaban del interior a las grandes ciudades y sufrían la falta de trabajo, la miseria y el sufrimiento de los desposeídos que permitió el incremento de las iglesias evangélicas.

Obra del artista plástico Daniel Santoro

En Argentina no sucedió. La razón está en el surgimiento de un movimiento político y espiritual llamado peronismo que supo contener a esa gigantesca migración llegada al gran Buenos Aires.

No es función de este artículo referirnos a la política económica del peronismo pero sí comprender esa relación mística entre Perón y Evita con los desposeídos y los trabajadores.

Un trabajo muy interesante de Alfredo Moffatt, uno de los mejores psicólogos sociales de la Argentina, llamado Psicoterapia del Oprimido (1974), refiere al significado del peronismo: “El diseño gráfico peronista estaba también basado en una codificación con alto nivel emotivo: figuras, colores intensos, frases cortas y concretas. El eslogan “Perón cumple – Evita dignifica” da los dos elementos más importantes de la filosofía peronista: primero una actitud hacia la reivindicación de la acción, como oposición a las falsas premisas del palabrerío hueco de Mosca, etc., y luego reemplazar la humillación ancestral por la dignificación. Esto último es para nuestra propuesta terapéutica de fundamental importancia,  pues encontramos que el sentimiento de autovaloración (de dignificación) es el cimiento de la identidad es igual a no- psicosis. Por eso para nosotros Evita fue como una gran psicoterapeuta a nivel de las masas desheredadas, que curaba la humillación histórica de la patria bárbara, de la patria criolla. Por qué en ese punto psicoterapia y revolución se juntan”.

El nuevo lenguaje del peronismo cumplirá también un papel fundamental en esa comunicación profunda entre el líder y su pueblo que se da a través de la radio y las grandes movilizaciones en plaza de Mayo.

En el censo de 1960, la población evangélica era solamente de un 2,6% y, de ese porcentaje, la mayoría pertenecía a las llamadas iglesias presentantes de la primera ola inmigratoria europea. Recién en los ochenta, a partir de los telepredicadores como Jimmy Swaggart, Pat Robertson del Club 700, Billy Graham y Luis Palau por nombrar a los principales visitantes, se empieza a percibir un crecimiento del evangelismo en la Argentina. Paralelamente aparecen pastores locales como Carlos Annacondia y Aníbal Giménez, que convocan multitudes y tienen sus propios espacios televisivos.

A diferencia de otras iglesias en América Latina no hay demasiada vinculación con el poder político real y sus caminos no se unen. En la crisis de 2001, con millones de argentinos desocupados y en la miseria, muchas iglesias evangélicas abrieron sus templos para armar comedores populares, lo que permitió una conciencia más social de las iglesias con la realidad mundana, que los alejó de los pastores norteamericanos que solo hablaban de la llamada teología de la prosperidad y que si uno da el diezmo recibirá el doble. Por primera vez estaban más cerca de los movimientos sociales y del Estado que los asistía con alimentos para sus comedores.

En la Argentina de hoy, un 20 por ciento de la población es evangélica pero sigue siendo en su mayoría no política. El establishment económico nunca logró una alianza como sucedió en Brasil y en otras partes de América Latina o en los mismos Estados Unidos. Hubo y hay intentos como los de Cynthia Hotton, una ex diputada que conformó el partido Valores para mi País y actualmente es candidata por el partido NOS. En Santa Fe, los evangélicos llevaron de candidata a diputada provincial a Amalia Granata pero la alianza duró poco y hoy la mediática se incorporó al PRO.  

El macrismo lo intentó varios veces y fracasó. En el año 2016, el ex presidente Mauricio Macri recibió al tele evangelista Luis Palau en Olivos. El amigo de George Bush felicitó a Macri por su “apertura al mundo” y le dijo:  “Siempre rezamos por usted”. 

Hasta hoy el peronismo de los años 50 y la experiencia de los gobiernos de Néstor y Cristina Kirchner han sido una valla de contención para frenar el vínculo de la derecha conservadora y los evangélicos.

 

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1 comentario

Hugo 24 marzo, 2022 at 6:59 pm

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