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19 abril, 2024
PAÍS

Ante el intento de golpe blando, la única opción es seguir el legado de Néstor Kirchner

Por Alfredo Silletta

Nada calma ni calmará a la oposición. Desde el mismo día que se ganaron las elecciones en el 2019, los medios hegemónicos, la oposición y el establishment económico trabajan para sacar de la Casa Rosada al Frente de Todos. Poco importó la pandemia, la brutal deuda que dejó el macrismo o el desastre de la justicia de Comodoro PRO para poner palos en la rueda una y otra vez. Su espejo es la destitución de Dilma Rousseff, la detención de Lula o como los más exacerbados un golpe cívico-policial como en Bolivia.

En solo 24 horas, la Corte Suprema de Justicia decidió eliminar de un plumazo al Consejo de la Magistratura con la única intención de quedarse con la administración del dinero y con la decisión de nombrar jueces amigos y destituir por juicio político a los que no son del palo. Los cortesanos sueñan con gobernar el país sin poder Ejecutivo ni Legislativo.

Horas después, Juntos por el Cambio, la ultraderecha de Milei y Espert y la izquierda de Del Caño y Bregman voltearon el Presupuesto 2022 con la única intención de que haya caos en las próximas semanas y que se rompa la discusión con el FMI.  La exigencia de la derecha es simple: que el presidente haga un brutal ajuste, con una gigantesca devaluación y de esa manera les allane el camino para el 2023.

En estas horas se debate en el gobierno ¿Qué hacer? como aquel libro de Wladimir Lenin en los años de la revolución rusa. La respuesta de Alberto Fernández  debería ser mucho más sencilla de lo que parece. Simplemente seguir el camino de Néstor Kirchner.

Quiero recordar tres ejemplos contundentes del expresidente en el 2003, en los días que había obtenido solo el  22 por ciento de los votos.

El primer ejemplo fue el 5 de mayo, solo 8 días después de la primera vuelta, y aunque todavía Menem no había anunciado que se bajada, se percibía un contundente triunfo en la segunda vuelta del santacruceño.  Esa mañana Kirchner desayunaría en la casa de Alberto Fernández con el subdirector del diario La Nación, Claudio Escribano.

En dicha reunión, Kirchner tuvo que soportar la primera arenga de los poderosos. Allí, Escribano le transmitió los cinco puntos que eran fundamentales para que su gobierno “no cayera en menos de un año”. En sí, el director de La Nación  dijo sutilmente que eran “las posiciones del Consejo de las Américas”. Los puntos eran: Alineamiento automático con Estados Unidos, encuentro con el embajador y los empresarios, condena a Cuba, reivindicación de la guerra sucia y medidas excepcionales de seguridad.

Kirchner le respondió  en forma contundente: “Mi mayor preocupación es que me acompañen los argentinos, por eso no empiezo por los empresarios ni por el embajador de ningún país. Tampoco pienso en un alineamiento automático con Estados Unidos ni en buscar que me aprueben como precondición para gobernar mi país. Ocurre que usted y yo tenemos visiones distintas del país. Como es difícil que podamos ponernos de acuerdo, sería importante tratarnos con respeto”. Allí terminó la reunión.

Escribano estaba muy molesto. No comprendía como  “un don nadie” le respondía así a los dueños del país. El jueves 15, horas después de que Menem se bajara, el director de La Nación decidió hacer público el apriete a Kirchner, mediante un extenso artículo que título  “Treinta y seis horas de un carnaval decadente”.  En la nota, Escribano relata que el Consejo para las Américas estaba reunido en Washington cuando se hacían los últimos cómputos provisionales de las elecciones. Además puntualiza dos conclusiones a las que “esos hombres” llegaron: “Kirchner sería el próximo presidente y los argentinos habían resuelto darse un gobierno por un año”. Escribano explicó además que el propio Kirchner conoce esa información “desde el lunes 5” pero no dice que él se la transmitió.

El segundo  ejemplo se dio el 14 de mayo cuando se enteró que Menen renunciaba a participar del balotaje para dejar débil a su gobierno. Allí, sabiendo que era presidente, en vez de bajar los decibeles, salió con los tapones de punta:

“Hemos vivido una de las jornadas más oprobiosas y bochornosas de las que se tenga memoria. Un país en vilo, sus instituciones democráticas jaqueadas. No es la primera vez que esto ocurre en nuestro país. Mi generación y la historia recuerda  otros golpes a la democracia, pero lo inédito e insólito  por su gravedad y profundidad es que en esta oportunidad el intento proviene de un ex presidente constitucional, que al no poder lograr ser reelecto por tercera vez, tira del mantel sin importar los daños, dispara sobre las instituciones de la Republica con la misma violencia de su discurso y con la misma impunidad de su gestión…En rigor de verdad no deberíamos sorprendernos ante tal actitud. Primero les robó a los argentinos el derecho a trabajar, luego el derecho a comer, el derecho a estudiar, el derecho a la esperanza. Ahora vino por el último de los derechos que quedaba en pie, votar. Las encuestas que unánimemente le auguran una derrota sin precedentes en la historia electoral de la República permitirán que los argentinos conozcan su último rostro, el de la cobardía, y sufran su último gesto: el de la huida”.

El tercer ejemplo se produjo a un mes de haber asumido, cuando el presidente de la Corte, Julio Nazareno, amenazó al presidente señalando que iban a emitir un fallo para redolarizar la economía. Esa misma noche, se reunió con Aníbal Fernández y le contó que iba a grabar un mensaje pidiendo el juicio a la Corte. Fernández puso cara de asombro y el presidente le comentó:

– “¿Te asusta?”.

– “No, no me asusta, lo que te pido es que me digas que no volvemos para atrás”.

-“Nunca ¿qué es el poder?, ¿los granaderos, el helicóptero, la quinta de Olivos? Si eso es el poder me voy a mi casa.”

Esa noche, por cadena nacional, Kirchner fue a fondo contra el presidente del tribunal. En 8 minutos, leyendo, dijo que no estaba dispuesto a aceptar presiones. Fue un discurso de alto voltaje político, Kirchner apuntó directamente a Nazareno aprovechando las declaraciones que el magistrado hiciera un día antes en una polémica conferencia de prensa.

Néstor Kirchner oxigenó la corte y nombró  a juristas probos: Eugenio Raúl Zaffaroni, Ricardo Lorenzetti, Carmen María Argibay y Elena Higthon de Nolazco.

El presidente deberá entender que no hay consenso con la oposición que tiene como meta destituirlo pero que antes quiere que haga una mega devaluación. No hay posible consenso con los medios hegemónicos que marcan la agenda todos los días y mucho menos con la Corte y la justicia que fue parte del Lawfare para meter presos a funcionarios vinculados al gobierno de Cristina Kirchner.

El presidente deberá decidirse y gobernar por DNU, uno tras otro, mandar un proyecto para ampliar la Corte Suprema de Justicia a 20 miembros para que no puedan ser controlados por las tapas de Clarín y además iniciarle juicio político a sus integrantes y al Procurador interino puesto por Cambiemos.

Es a todo o nada y, ante la presión de la derecha, con la gente en la calle sí es necesario.  Hay que utilizar  todos los elementos democráticos que da la Constitución y ejercer el poder. El presidente debería recordar aquellas palabras de Eva, horas antes de morir, a Juan Perón: “No abandones a la gente pobre, es la única que sabe ser fiel”.

Decía  Antonio Gramsci que “El viejo mundo se muere. El nuevo tarda en aparecer. Y en ese claroscuro surgen los monstruos”. Es el momento que el presidente y el Frente de Todos den un giro copernicano a esta historia decadente que estamos viviendo. Es hoy, no mañana.

 

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