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12 mayo, 2025
PAÍS

Sergio Massa busca la luz al final del túnel, para empezar a domar de una vez por todas a la inflación

El 6,6 % de inflación en febrero, golpeó duramente al Gobierno y, lógicamente, al Frente de Todos, donde crece la inquietud y la preocupación ante la falta de medidas concretas que permitan alivianar el impacto que los aumentos en los precios de los productos que integran la canasta básica, tienen en los salarios de los trabajadores.

“A este ritmo de inflación no hay chances para nadie, sea quien sea el candidato”, reconocen desde el kirchnerismo, alarmados por la proximidad de las elecciones. Es que la cifra conocida ayer es más del doble de lo que el ministro de Economía, Sergio Massa, había pronosticado para esta época del año.

Consecuencia directa de las alarmas que suenan en los despachos oficiales, en las últimas horas comenzó a circular la versión de que Massa y su equipo ya preparan un paquete de medidas con el objetivo de bajar la inflación, y más porque ya se acumulan cuatro meses consecutivos con los precios en alza.

El Fondo Monetario Internacional (FMI) y la inflación que licúa los salarios son las dos obsesiones -y la espada de Damocles- del Gobierno, de Cristina Kirchner y de la agrupación que lidera su hijo, La Cámpora, que en el durísimo comunicado que emitió ayer, se cuidó el equilibrio con el ministro de Economía, pero se apuntó al presidente Alberto Fernández.

“Voten lo que voten los argentinos y las argentinas, la economía del país la decide el Fondo”, se quejó La Cámpora, mientras colocó en el mismo nivel a Mauricio Macri con el actual mandatario.

Sin embargo, en esa declaración no se le dedicó ni una frase a Massa quien, a pesar de todo, sigue gozando del apoyo K. Sin ir más lejos, el viernes último en Viedma la vicepresidenta Cristina Kirchner resaltó su rol y lo mismo hizo el sábado en Avellaneda su hijo.

El acuerdo y el diálogo del titular de la cartera económica con CFK –a diferencia de lo que sucede entre ella y Alberto Fernández– sigue por sus carriles normales y varios alfiles del kirchnerismo hasta defendieron el rol de Massa al frente de la cartera.

“Asumió un día antes de que nos vayamos en helicóptero”, dijo el intendente de Avellaneda, Jorge Ferraresi, mientras que el ministro bonaerense Andrés Larroque, uno de los referentes del camporismo, también salió a bancarlo, y recordó que Massa “agarró este fierro caliente en una situación de crisis absoluta, con el país al borde del abismo”.

El 3 de agosto del año pasado, cuando Sergio Massa fue entronado casi como un súper ministro, se cuestionó el hecho de que no sea economista, pero sí en cambio se destacaron sus virtudes como político hábil, por lo que esa condición lo convertía en la persona indicada para gestionar la crisis y, sobre todo, calmar los bríos de los formadores de precios.

Justamente, se le reconoce su equilibrio a la hora de medir fuerzas con los distintos espectros de la economía y de la sociedad, como el famoso Círculo Rojo, donde en definitiva se decide cuánto valen las cosas, lo que equivale a decir que no más de 20 empresas deciden qué comen y a qué precio 45 millones de personas.

“La inflación es la demostración de la incapacidad de gestión”, dijo Mauricio Macri durante la campaña presidencial de 2015. Después, como presidente, demostraría ampliamente su incapacidad: llevó el 24 % que midió la Ciudad de Buenos Aires a fines de ese año, al 53,8% que le legó a Alberto Fernández, quien, a su vez, se encargaría de duplicarla.

El hecho real y palpable, es que el 6,6% de inflación de febrero y el impactante 102,5 % acumulado en los últimos 12 meses, hasta ahora convierten a la imagen con que llegó Massa al gabinete (como el gran salvador), en una gran decepción.

Se sabe que con el fin de planchar la inflación y llegar al objetivo del 3 % mensual a partir de abril, Massa ancló su gestión en Precios Justos, un programa de emergencia que, como toda política de control, pone a prueba la capacidad de gestión política de quienes la aplican, ya que se trata de convencer y de acordar. En otras palabras, y transcurridos más de siete meses desde su asunción, la supuesta fortaleza del superministro todavía no apareció en escena.

Cerca del ministro admiten que Precios Justos “muestra dos caras: logra bajar la tendencia alcista de la mayoría de los productos de la canasta básica en las grandes superficies de venta, pero es impotente y casi desaparece para los estratos más bajos de consumo, donde la inflación de alimentos golpea más fuerte, por tratarse de la franja social que compra en almacenes de proximidad”.

En términos sociales éste no deja de ser un problema aleatorio, porque el fracaso de la solución Massa supone, antes que nada, un drama cada vez más desesperante para la masa asalariada y, todavía más, para las personas que sobreviven en la economía informal. Y demás está decir que también es un problema electoral serio para el peronismo, que ve derrumbarse a una de sus poquísimas figuras taquilleras, atado como está a la suerte que le deparen los números de la inflación de aquí en más.

Mientras, según anticiparon en exclusiva a LaPolíticaOnline fuentes del Gobierno, las medidas que adoptará el equipo económico se dividen en dos grandes capítulos: por un lado, apuntan a contener los precios, y por el otro, los dólares financieros. El paquete contaría con el aval del FMI, que el lunes anunció la aceptación de las metas del último trimestre y redujo la pretensión de acumulación de reservas.

Todo indica que las medidas fueron conversadas con las autoridades del Fondo en las recientes negociaciones que encabezó en Washington el viceministro, Gabriel Rubinstein.

El paquete sería inminente y en el Gobierno hablan de anuncios en los próximos días, incluso arriesgan que podrían concretarse antes que termine la semana. Se entiende: el equipo económico necesita mostrar reacción tras el 6,6 % de febrero, que los sorprendió con la guardia baja.

 

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