
El maestro Arturo Jauretche decía: “Cuando me levanto por la mañana con una duda sobre algo, leo el diario La Nación, veo lo que dicen ahí y me paro en la vereda contraria”. Pero parece que algunos dirigentes del peronismo, en vez de inspirarse en Jauretche, miran demasiado lo que dicen La Nación o Clarín y terminan parados en la misma vereda.
“Que vuelvan a leer a Perón”, lanza enojado un intendente del conurbano cuando le “echan la culpa” de que ellos no pusieron todo lo que había que poner. “Fuimos los únicos que ganamos frente a la ola violeta”, remata. “Salvamos los trapos en la Provincia y por eso logramos el 40% de los votos”, agrega. Y continúa, todavía caliente: “¿Quién armó las listas en la provincia y en el resto del país? En Córdoba sacamos el 5%, Urtubey el 13%. Sin propuestas renovadas, estamos sonados”.
Miremos los números. Los intendentes peronistas volvieron a imponerse en casi todo el Gran Buenos Aires. Como es habitual, se perdió en el interior de la provincia. Las razones son simples: en septiembre la derecha fue dividida, pero esta vez se juntaron todos contra Fuerza Patria. Además, no votaron los migrantes, con lo cual el peronismo mantuvo sus votos, pero los otros crecieron exponencialmente, tanto en Buenos Aires como en el interior del país.
Los intendentes peronistas ganaron en Almirante Brown, Avellaneda, Berazategui, Ezeiza, Ensenada, Berisso, Florencio Varela, Hurlingham, Ituzaingó, José C. Paz, Lomas de Zamora, La Matanza, Lanús, Malvinas Argentinas, Merlo, Moreno, Pilar, Presidente Perón, Quilmes, San Fernando, San Martín y San Vicente. Solo se perdió en Esteban Echeverría —donde Fernando Gray fue por fuera del peronismo—, en Escobar y en Morón. También en otros municipios ya perdidos desde septiembre: San Isidro, Vicente López, Tres de Febrero, Tigre y San Miguel.
Desde este portal no sumaremos las críticas de un sector u otro. Pero hay que reconocer que, quizás, la lista de diputados nacionales no fue la mejor. Tal vez hubiera sido más inteligente incluir en los primeros lugares a representantes de jubilados, médicos del Garrahan, trabajadores despedidos, personas con discapacidad, docentes universitarios o víctimas directas de la política cruel de este gobierno. Seguir armando listas con los “fieles de siempre” ya no seduce a nadie.
Más allá de los nombres, el peronismo bonaerense siempre sufrió en las elecciones de medio término. En 2009, Néstor Kirchner obtuvo el 32,18%; en 2013, Martín Insaurralde el 32,33%; en 2017, Cristina Kirchner el 37,31%; en 2021, Victoria Tolosa Paz el 38,59%; y en 2025, Jorge Taiana el 40,91%. Estos números no deberían alegrar a nadie, pero en medio de la debacle nacional de Fuerza Patria, el peronismo bonaerense logró salvar los trapos.
Más allá de las diferencias internas —si el desdoblamiento fue un error o un acierto— lo cierto es que, de no hacerlo, la Legislatura y muchos Concejo Deliberante habrían quedado en manos violetas.
El peronismo debe empezar ya su reconstrucción, con propuestas nuevas que vuelvan a enamorar a los argentinos. El eslogan de “frenar a Milei” no alcanzó. La gente quiere saber cómo se van a generar empleos, mejorar salarios, fortalecer la educación y la salud pública. Hay que explicarlo con claridad y convicción, dejando en claro —como dijo Néstor Kirchner— que “Déjennos crecer, porque los muertos no pagan las deudas”.
La dirigencia peronista debería volver a leer a Jauretche: si leen los medios hegemónicos, que sea para hacer todo lo contrario. Y sobre todo, dejar de alimentar las diferencias internas para volver a construir esperanza.
No es la primera derrota del peronismo. Tras la de 1983, Antonio Cafiero y otros dirigentes decidieron renovar el movimiento con ideas y propuestas nuevas, ofreciendo la opción de un país distinto. Hoy, cuarenta años después, el desafío es el mismo: volver a creer, volver a proponer y volver a enamorar.
Escuchemos, otra vez, a ese Antonio Cafiero que nos alentaba a ser mejores para servir mejor:
