El 40 por ciento de los argentinos que votaron a Javier Milei confiaba —según declararon— en que la motosierra ya había terminado su trabajo y que ahora, con el apoyo de Estados Unidos, llegarían las mieles de la “libertad”.
Pero no. El Gobierno decidió ir más a fondo: va por la reforma laboral y previsional. “¿Qué es eso de trabajar solo ocho horas por día o que tu gremio defienda tu sueldo? Ahora vas a trabajar trece por menos dinero”, habría dicho, palabra más palabra menos, un alto funcionario libertario.
El Ejecutivo ya adelantó que impulsará una reforma laboral para terminar, según ellos, “con los privilegios” de los trabajadores. El proyecto deberá pasar por el Congreso, aunque no se descarta que se imponga por DNU si no consigue los votos.
Entre los puntos más polémicos figura la ampliación de la jornada laboral, que podría llegar hasta 12 horas consecutivas, eliminando así el pago de horas extras.
Además, se introduce el concepto de “salario dinámico”, que establecería que los aumentos salariales dependan de la productividad individual de cada empleado, y no de las negociaciones colectivas de los sindicatos, según adelantó el portal Perfil.
Otro cambio drástico: los empresarios podrían pagar las indemnizaciones en cuotas, tomándose hasta un año o doce pagos mensuales para hacerlo efectivo. La reforma también amplía las causales de despido sin causa y otorga a los empleadores la facultad de introducir “cambios razonables” en materia de movilidad o disciplina laboral. Si el trabajador no los acepta, podría ser desvinculado sin derecho a reclamo.
La nueva normativa parece retrotraer al país a una etapa previa al peronismo de los años 40, cuando las condiciones laborales dependían casi por completo de la voluntad patronal. Incluso el sistema de vacaciones sufriría modificaciones: los empleadores podrían decidir cuándo se toman, lo que permitiría asignarlas, por ejemplo, en mayo o en plena temporada baja.
Las negociaciones colectivas dejarían de ser por rama o sector y pasarían a ser por empresa, debilitando el poder de negociación de los trabajadores. Y como si todo esto fuera poco, se habilita la posibilidad de pagar parte del salario en tickets canasta o de restaurante, una forma de volver al salario fragmentado y sin derechos.
La “revolución de la libertad” parece querer liberar solo a los empresarios de sus obligaciones. La motosierra no se detuvo: ahora apunta directo al corazón de los derechos laborales que los trabajadores argentinos conquistaron hace más de ocho décadas.
