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La Plata
19 marzo, 2024
OPINIÓN PAÍS

El germen del odio a las mujeres del peronismo

Por Alfredo Silletta

Por estas horas hay una campaña feroz contra Fabiola Yañez, la mujer del presidente Alberto Fernández, a partir que se contó que la amiga y asistente de la primera dama, Sofía Pacchi, es una joven que alguna vez posó con poca ropa en la revista Hombre.  Desde que se conoció la información comenzó un ataque feroz contra el presidente y su mujer, señalando que la residencia de Olivos se había convertido en “un cabaret” en medio de la pandemia.

El ataque lo inició el diario La Nación, a partir de una denuncia de Carlos Pagni que se repitió hasta el cansancio en todos los medios hegemónicos y las redes sociales. Las frases de mal gusto no merecen ser reproducidas, algunas muy desagradables como la de la candidata a diputada Cinthia Fernández.

En realidad siempre fue lo mismo con las mujeres del peronismo. A Eva Perón la trataron de “puta” por ser joven, actriz y haberse casado con Juan Domingo Perón que la doblaba en edad. Evita no dudo en enfrenar a las viejas carcamanes de la Sociedad de Beneficencia, un organismo no oficial que integraban las mujeres de la alta sociedad para recaudar dinero para los pobres y no dudo en cerrarla y abrir la Fundación Eva Perón. Dos años después logró que las mujeres pudieran votar en la Argentina. El odio fue tal que no se conformaron con tratarla de “puta” sino que cuando enfermó pintaron en las paredes “Viva el cáncer”.

En el exilio de Perón, llegó Isabel a la vida del líder y las cosas que dijeron de ella fueron similares: actriz de mala muerte y prostituta. Ni hablar cuando Perón la eligió como vicepresidenta. En 1976, con la llegada de la dictadura militar fue encarcelada durante 5 años y luego expulsada del país.

De Cristina Kirchner dijeron de todo: puta, yegua, vieja loca, con problemas mentales. Un comunicador le dijo “usted es una pobre vieja sola y enferma” y otro que padecía el síndrome de Hubris.

Con Fabiola Yañez, la derecha esperaba ansiosamente castigarla. Sucedió en estos días.  Carlos Pagni y Carola Gil del diario La Nación señalaron que la joven Sofía Pacchi ingresaba durante las noches a la residencia de Olivos. Después se supo que esos ingresos fueron para los cumpleaños de Fabiola y Alberto.  Las redes y los medios se dedicaron a publicar fotos de la participación de la amiga de Fabiola en la revista Hombre. Machirulismo a más no poder.

Es interesante recordar un párrafo de un  capítulo del libro La era del Peronismo de Jorge Abelardo Ramos, llamado “De la servidumbre al proletariado”, donde explica el paso de las mujeres del interior que venían a trabajar al servicio doméstico y con el peronismo pasaron a trabajar en la nuevas fábricas donde dejaban de ser sirvientas para transformarse en obreras. Empezaron a ganar más dinero con menos tiempo de trabajo, con lo cual cambio su forma de vida y comenzó el germen del odio de las clases medias. Dice Ramos:

“La primera quincena envió un giro a su madre. La segunda, adquirió un par de zapatos con tacos y su cuerpo cambio. A  la siguiente, compro en las cadenas de tiendas Etam un delicado vestido arrancado de un modelo de “Vogue”, con tela de imitación francesa, fabricada por la nueva burguesía judía de Villa Lynch, que dejaba de ser importadora para transformarse en productora. Una maravillosa, indescriptible transformación se operaba en la ex sirvienta. Con dos o tres quincenas más se compro una cartera, artilugios de maquillaje, alguna biyuteria. Entonces asestó un toque final a la transformación milagrosa. En todos los barrios habían aparecido “salones de belleza”. Nuevas “cosmetólogas” brotadas de la nada la atendieron durante unas horas, le dieron consejos y la lanzaron a la calle transformada en platinada. Aquella muchacha aindiada era hermosa, tenia rulos, tacos altos (había cambiado de estatura) y nadie hubiera imaginado jamás que al pasear por Santa Fe, Callao o Corrientes, la ex sirvienta era menos bella que las chicas de clase media o la oligarquía. Al mismo tiempo, entraba en crisis la oferta del servicio domestico. Aparecía el Estatuto del Servicio Doméstico, con derecho a siesta. ¡Cuántos izquierdistas aprendieron a odiar al peronismo en la mesa familiar de boca de su madre, antes de buscar en venerables textos las razones para rechazarlo en nombre de la Ciencia!(…)

Allí comenzó el odio a las mujeres del peronismo. En realidad, lo que en verdad rechazan es al peronismo.

 

 

 

 

 

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1 comentario

Amilcar 30 julio, 2021 at 4:03 pm

Muy cierto; lo comparto plenamente

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