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La Plata
19 marzo, 2024
OPINIÓN

Cada 17 de octubre, la Canción del Amor Movilizado

Por Carlos Caramello. Fue por amor. Y, como el amor, fue espontáneo. Un acto sencillo y sentido. A cielo abierto. Porque el sentimiento no se esconde. Ni se gradúa. Ni se somete a especulaciones o mudanzas. Sale así. Te azota. Te deslumbra. Te compromete.

Eso fue. La sublimación de un compromiso resumido en la palabra lealtad. Una lealtad de ida y vuelta: que escuchaba, que atendía, que hacía. Tiempo de calidad destinado a la construcción del vínculo. Horas, vigilias invertidas en la fundación de una nueva Patria que contuviese a todos. O, al menos, a la mayoría. 

La burocracia sindical de entonces se tomó un siglo: la CGT citó a su Comité Central Confederal para el 16 de octubre y, con 28 miembros presentes, inició un debate que ponía el eje en la negativa de muchos empresarios a pagar el 12 de octubre como jornada doble. Iba más allá. Con Perón arrancado del poder, y preso, los industriales prepoteaban “el aguinaldo se lo vas a tener que reclamar a tu Coronel”. Apenas una muestra de su desprecio por los trabajadores.

La CGT se enfrascó en un tenso debate que duró varias horas. Cuando finalmente a la una de la mañana votaron 16 a favor de la huelga y 12 en contra (atención al dato), la realidad los había superado. Hombres y mujeres de Berisso, de Ensenada, de Avellaneda, de tantos lugares del país ya marchaban al rescate. Tanto que, cuando la delegación cegetista abandonó la Rosada -en donde había comunicado su decisión de hacer una huelga el 18-, los obreros ya rodeaban el Hospital Militar mientras otros comenzaban a ingresar desde el sur a la Plaza de Mayo.

Yo te daré, te daré niña hermosa, te daré una cosa, una cosa que empieza con P: ¡Perón!” coreaba la multitud de rostros transpirados y patas en la fuente mientras los generales traidores se ofrecían para bombardear la Plaza. Primó la sensatez. O el miedo. Y la cita del Hombre con su Pueblo se resumió en un pedido de desconcentrar en paz. Oportunista, la CGT cambió la idea de la huelga y decretó “Mañana San Perón”, o algo parecido. Como fuera, el 18 no pasó a la Historia.

Hermenéutica pendular que no perdona; que como el amor, insiste. Luego vino todo lo que vino: un gobierno del pueblo, una revolución fusiladora, golpes militares, salidas electorales, el ansiado retorno, la muerte… y la masacre. La recuperación democrática, un peronismo objetable, un radicalismo peor y, cuando el “que se vayan todos” sonaba una octava por encima de la Marcha Peronista, Néstor y Cristina, y esa tibieza del amor reencontrado, de la fe y la voluntad. De la política volviendo a ser bandera.

Estimadísimo, profesor. Seguramente usted lo haya leído. Pero el Pueblo que vivió todo lleva las cicatrices y los emblemas tallados en la piel. Y tiene razones de prosapia militante que, sin  importar toda la teoría del mundo, no pueden ignorarse. 

Vea: hay una imagen que ya no es común en estos días pero que, a mi juicio, grafica mejor que nada la sencillez y la profundidad de ese pacto y es el encuentro del soldado conscripto con su novia, que trabaja cama adentro, el día de franco. Es en la plaza, y es domingo. Y es inamovible… porque no hay otro día.

Aunque haya otro amor más intelectual, de horas de café y cigarrillos discutiendo a Dios, a Marx y a la Revolución, el amor popular, así de simple, así de contundente, ha construido los cimientos de la movilidad ascendente. 

Tan ascendente que, esta CGT que hoy parece querer celebrar la fracasada huelga del 18 de octubre de 1945, es manejada por dirigentes orondos y benignos con los patrones (acaso porque algunos han devenido empresarios) incapaces de poner fecha aunque les roben el atril. 

Movilizar es parte de la épica. Más allá de la opinión de consultores, gurúes, chamanes o nigromantes. Y aunque ahora el amor tenga otra depositaria, los que no festejan el cumpleaños de Perón y evitan el Día de la Lealtad (vaya a saber por qué, ¿no?) no van a poder disimular el nuevo pacto de esperanza que el pueblo llevará a la Plaza este domingo. 

Y el lunes, que festejen los patrones.  

 

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