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2 noviembre, 2024
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Por un Mundo Mejor: La secta de las 8 Reinas

Juan Alfredo Unger, fundador de Por un Mundo Mejor  o Las Ocho Reinas, desarrolló sus actividades en la zona norte del gran Buenos Aires. Ofrecía cursos de control mental, bioenergía y conducía un programa radial sobre autoayuda.

En 1990 saltó a la tapa de los diarios luego de que varios padres lo denunciaran por corrupción de menores y abuso deshonesto. Ante el doctor Alejandro de Korvez, del Juzgado en lo criminal de San Isidro, las declaraciones de los integrantes de la secta son brutales:

… Primero empezaba tocando las partes sensibles del cuerpo, el pecho, la espalda, con besos apasionados, a veces violentos, con la finalidad de excitar, y una no tiene que reaccionar. Después Unger se excitó hasta la eyaculación y con el semen me hizo signos en todo el cuerpo, estando desnuda, triángulos, cruz y estrellas de seis o cinco puntas. Decía que no era esperma, que eran seres de fuego que iban penetrando en el cuerpo para limpiar la parte sucia….”.

En 1990 piden la detención, está un tiempo prófugo pero finalmente se presenta. En 1994, el fiscal de la causa, doctor Carlos Federico Vales Garbo, solicitó 12 años de prisión por corrupción y abuso deshonesto agravado. En el extenso fallo el fiscal señala: “…un individuo para satisfacer y exacerbar sus deseos propios, abusando de su condición de líder de una secta esotérica somete con frecuencia a una de las menores de la misma de catorce años de edad, a prácticas y actos sexuales acusadamente prematuros, incitando sus sentidos e inclinándola a prácticas viciosas, consistentes en: besos en la boca y cuello en forma súbita y agresiva; manoseo de senos y genitales; contactos corporales e impúdicos en presencia de otras personas, entre ellas menores; exhibiciones fílmicas de torpe obscenidad y esoterismo sugerentes de prácticas y conductas desviadas; los que sumados a una intensa y constante acción psicológica de desvalorización y ataque de su autoestima, su moral sexual y su entorno familiar directo, mediante la aplicación de técnicas de persuasión coercitiva basadas en el miedo, para pervertirla y dejarle rastros deformantes en su normal desarrollo sexual; provocarles una honda perturbación psíquica y una alteración esencialmente moral”.

El 23 de Mayo de 1996, la justicia Argentina lo condenó a 11 años de prisión por corrupción agravada y abuso deshonesto contra dos menores.

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Eduardo

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