“No puedes bajarte ahora, tú eres el candidato…”. Esas palabras que hace dos semanas le transmitió el ex jefe del gobierno español, Felipe González, terminaron de convencer a Mauricio Macri para seguir con la idea de buscar su reelección, a pesar de que las condiciones no son precisamente las ideales.
Sin embargo, y más allá del consejo de ‘Felipillo’, quienes forman parte de la ‘mesa chica’ del PRO, perciben que, a esta altura, la insistencia del presidente seguir en el sillón de Rivadavia es más un capricho que un deseo. Por eso mismo, le vienen advirtiendo que esa postura le genera un creciente deterioro de autoridad. Es más, él mismo es consciente de que su palabra no sólo no resulta creíble, sino que sufre una caída en su imagen que lo condiciona negativamente.
De todas maneras, en su entorno también son conscientes de que ahora, todo cambio de estrategia electoral sonará a debilidad, pero los tiempos se acortan, y sólo tres semanas faltan para la oficialización de las candidaturas que en agosto competirán en las PASO.
Está claro que, más allá de las especulaciones, la estocada final por parte del electorado dependerá de la economía y el humor social, un mes antes de los comicios de octubre.
Todavía indeciso y dubitativo, Macri le encargó a su consultor favorito, Jaime Durán Barba, una encuesta destinada a medir el volumen y la consistencia del antimacrismo, y sobre todo de los desencantados con la marcha de un gobierno que se quedó en la enumeración de promesas incumplidas.
Cerca del presidente aseguran que Macri esperará los resultados de ese estudio de opinión, como así también el índice de inflación de mayo -que se publicará a mediados de junio-, para resolver si finalmente se postula o no.
En Cambiemos se suman las voces que advierten que todos los indicios marcan que la suerte de Macri está prácticamente echada, y los pronósticos apuntan a que está condenado a perder. Sabido es que la alianza gobernante se construyó bajo la premisa del “vamos todos detrás del que gana”. Pero, claro, el problema no menor es que ahora el que ganaba ya no gana, o al menos se pone en duda su triunfo.
Tuvieron que pasar tres años y medio para que recién ahora, a pocos meses de las elecciones, Mauricio Macri muestre un intento de reacción tardío, ante una brutal crisis que más temprano que tarde se lo llevará puesto. Queda claro que gran parte de la ciudadanía ya le quitó el voto de confianza que le había entregado más por odio hacia el anterior gobierno que por convicción hacia las supuestas bondades de un gobierno que siempre le dio la espalda a la gente.