El ocaso de Vidal: le hicieron creer que era la Número 1, pero termina mordiendo el polvo de una derrota que le pone fin a su carrera

“Estoy acá como gobernadora, no como candidata”. Tal vez, esas siete palabras encierren de manera descarnada el presente de María Eugenia Vidal, porque en esa frase que lanzó como un último manotazo de ahogado, la mandataria bonaerense no hace más que reconocer que el sueño reeleccionista llegó a su fin.

Así, y ya dando por perdida la posibilidad de un milagro en octubre, en las últimas horas decidió transmitir señales tardías para marcar diferencias con Mauricio Macri. Fue cuando Vidal no sólo anunció una serie de medidas destinadas a beneficiar a los sectores más vulnerables de la Provincia, sino que aprovechó para marcarle la cancha al presidente con esa frase.

Ayer, con una imagen que sorprendió, mostrándose como una mujer vulnerable, con un rictus indisimulablemente depresivo, que transmitía angustia y desazón, la gobernadora, después del mazazo que recibió en las PASO por parte de Axel Kicillof, está en las antípodas de esa mujer que hasta hace un mes atrás reflejaba exactamente lo contrario: invulnerable, imbatible y sin límites a la hora de imaginar su futuro.

Sin embargo, el 11 de agosto la realidad de los votos le asestó un golpe durísimo para sus aspiraciones. Quienes están cerca de ella dicen que no lo podía creer. La pregunta que interiormente debe haberse hecho la gobernadora: “¿Cómo puede ser que me haya pasado esto?”.

Es que engañosamente, y con la complicidad de los grandes medios en general, y de no pocos comunicadores oficialistas en particular, en los últimos años la catapultaron hacia un lugar reservado para las grandes figuras de la política. Pero los resultados de las PASO terminaron por demostrar que Vidal, la estrella del triunfo del 2015, empieza a apagarse inexorablemente como parte del colapso cambiemita. En otras palabras, fue solo una estrella fugaz.

Y tal como era su temor inicial, sin lugar a dudas Macri se transformó en el “salvavidas de plomo” que la podía tirar un poco para abajo, pero a la luz de los resultados, finalmente se convirtió en un verdadero Titanic.

Está claro que los mismos sectores que en parte expresaron el apoyo a Cambiemos en el 2015 y que fueron la base de la gran elección que realizaron en las legislativas del 2017, hoy por hoy están duramente golpeados por la desocupación, reflejado en un mayor empobrecimiento y la precarización de sus vidas. O sea… haber votado esta vez contra Macri y Vidal, era lo más lógico.

Para el 27 de octubre, buscando que aunque más no sea la derrota frente a Axel no sea demasiado apabullante, la gobernadora ya habilitó a los intendentes de Juntos por el Cambio para que corten boleta si lo consideran propicio para mantener sus comunas, y lo mismo con los diputados, al menos para no perder poder en las cámaras legislativas bonaerenses.

A esta altura, ya queda claro que el sueño de Vidal de suceder a Macri en 2023 ya quedó prácticamente trunco, y así parece seguir la maldición de los gobernadores de Buenos Aires, que por el voto popular ninguno llegó a presidente. Fue Eduardo Duhalde el único que pudo llegar a la Casa Rosada pero por la crisis política que se generó en el 2001 ya que lo nombró la Asamblea Legislativa.

Después de ser mencionada como el Plan V que podía salvar al oficialismo nacional de una derrota, con la mejor imagen dentro de la alianza gobernante y una de las más altas entre la dirigencia política, Vidal, de golpe, se enfrenta a la dura alternativa de cerrar su ciclo de manera abrupta.

“Lo primero para pensar en 2020 es ver el resultado de octubre. Una cosa es que logre recortar la distancia de manera importante y otra es que pierda por una diferencia igual o mayor”, apuntan sus íntimos. Mientras tanto, la mujer que sorprendió a todos en 2015 ahora lucha por reinventarse y seguir en el ruedo, pensando en un futuro no tan cercano.