Por Candela Fuertes. Recibo un mensaje a las 18:17. Es mi amigo Tony, quien reside en New Jersey. Me pregunta si estoy al tanto de lo que sucede en Estados Unidos, que encienda la tele y chequee las noticias. A primera vista leo “Coup D’Etat”. “El Capitolio”. Y no necesito ver mucho más para poder contestarle algo rápidamente: “Estos son los seguidores del Guasón de la Vida Real con el cual Trump ha infestado a la Nación.” El pensamiento me cruza como un rayo.
Las imágenes concretas son desde El Capitolio, ubicado en Washington, edificio que alberga las dos cámaras del Congreso de los Estados Unidos, donde se realizaba el recuento de votos para la ratificación de la victoria de las elecciones, en donde el ganador fue el candidato Joe Biden. Los congresistas realizaban el conteo mientras Trump lideraba un mitín político a metros del lugar, donde luego de que la ratificación favoreciera a su oponente, el actual mandatario incitara a la muchedumbre a marchar por la calle Pennsylvania en dirección al Capitolio. Los manifestantes voltearon vallas e ingresaron al recinto con un notorio aval de las fuerzas de seguridad.
Es este el resultado del caldo de cultivo hitleriano en donde los grupos supremacistas han encontrado su rasgo de progresía. Jake Angeli, un ya reconocido líder de ciertas revueltas pro-Trump, vestido con cuernos y pieles al estilo Iroquai, y lleno de tatuajes de simbología azteca, se presenta como un villano de Batman en la ciudad Gótica. Histriónicamente, divulga una teoría conspirativa llamada Q-Anon. Él mismo se hace llamar Q-Shaman, una especie de seudónimo de militancia. Habla desde el extremo convencimiento y el valor de verdad: dice que existen fuerzas oscuras están tratando de instalar un nuevo orden mundial.
Trump filma un video destinado exclusivamente a sus seguidores, a aquéllos que tomaron el Capitolio, y cual Guasón, desde la T.V. les habla en un tono paternalista y pacificador, pero victimizante. Encuentra allí el maquillaje para payasos perfecto para su discurso divisivo. Son sus mascotas dóciles quienes necesitan un mensaje de pacificación ante el dolor de la elección robada. Les habla desde el desgarro, desde el sentimiento de injusticia. Pero no es más que un líder enmascarado dándoles instrucciones: les dice que vayan a casa, que los ama y que son muy especiales. Que entiende el dolor que sienten, pero que ellos han podido comprobar con sus propios ojos lo que hacen “los malos”. Trump les habla a sus sometidos y les pide que obedezcan. El mensaje es claro: “Vayan, tomen el Capitolio. Ya es suficiente por hoy, ahora vayan a casa, descansen. Bien hecho, muchachos.” Trump se despide sin olvidar recordarles quiénes son los malos: los otros, los demócratas, Biden, la ley y el orden.
Posterior a esto, Facebook y Twitter dan de baja ambas cuentas del mandatario. Se considera que todo su accionar incita al odio y a la violencia. Las reacciones de los televidentes al ver a Jake Angeli disfrazado, hablando desde un discurso alienado, vestido como un payaso, es reír: Los payasos con su maquillaje, travestismo y voz graciosa, sirven para el entretenimiento de todos. Pero en este caso no hay show, todo es real, y la risa es un mecanismo de defensa.