Fue Secretario General de la legendaria CGT de los Argentinos. Sufrió encarcelamientos, allanamientos, secuestros y humillaciones varias. Pero nunca quiso abandonar su país. Sólo cuando le asesinaron un hijo resolvió cambiar de postura y marchar hacia el exilio. Denunció a través del mundo la represión en Argentina, mientras se prohibía mencionar su nombre en cualquier medio de difusión del país. Sin embargo, Ongaro continuó siendo el símbolo del gremialismo combativo para el movimiento obrero.
“Mis estudios los hice en un colegio religioso. Era el primero en todo. Por eso los curas me insistían en que siguiera la carrera de sacerdote. Si no –me decían- Dios me iba a castigar. Yo siempre me identifiqué con la imagen de Jesús. Pero me dí cuenta que Jesús estaba con los pobres por eso decidí unirme a ellos”.