La cúpula de la CGT decidió impulsar una paro general para fines de septiembre, con la idea de retomar la iniciativa ante el creciente malhumor social, y apagar la posibilidad de una especie de conato de rebelión en crecimiento por parte de los sectores opositores que encabeza Hugo Moyano.
La propuesta empezará a tomar forma en las próximas horas, cuando se reúna el consejo directivo de la central obrera, y finalmente se definirá el miércoles en un plenario de secretarios generales. La cumbre de pasado mañana estuvo en duda hasta la semana pasada, pero el triunvirato y la “mesa chica” de la jefatura interpretó que suspenderlo hubiese sido interpretado como un triunfo por sus rivales internos.
Según publica hoy Ámbito, Carlos Acuña, miembro del triunvirato junto a Héctor Daer y Juan Carlos Schmid, anticipó que “es posible un paro en septiembre, porque esta semana vamos a definir nuestros reclamos al Gobierno, y todo indica que una vez más no vamos a obtener respuestas”.
De esta manera, la posibilidad de un nuevo paro, después del que llevó adelante la CGT el 25 de junio pasado con alto acatamiento, fue confirmada en las últimas horas en reserva por la llamada “mesa chica”, y abiertamente reconocida por Acuña.
En tal sentido, el sindicalista destacó que la agenda de demandas a la administración de Mauricio Macri tendrá a la cabeza “un freno urgente a los despidos”, y que volverá sobre otros puntos también reclamados en otras ocasiones como “un alivio al tarifazo” en los servicios públicos, “un aumento de emergencia para los jubilados” y “el fin de cualquier techo en las paritarias porque, al fin y al cabo, los precios no tienen tope”, amplió.
Mientras tanto, durante el fin de semana los gremialistas empezaron a barajar fechas para la realización de la huelga general, existiendo por ahora el consenso de que se llevaría adelante durante la segunda quincena de septiembre.
Hasta anoche, en la “mesa chica” destacaban que había una voluntad mayoritaria de sus integrantes para llevar adelante una nueva protesta de alcance nacional, tanto por parte de los “gordos” de los grandes gremios de servicios, como de los “independientes” de buen diálogo con el Gobierno y de otros grupos como los transportistas (colectiveros de UTA y La Fraternidad).