Por Hernán Brienza. Entiendo el desasosiego. La rabia. La impotencia que genera angustia. Está bien hacer catarsis. Entiendo eso de culpar a uno, gritarle a otro, decir desde las redes y sin hacer nada que los demás no hacen nada.
Pero quizás ayude un poco hacer un análisis realista de la situación actual. Reconocer el duro golpe asestado en los últimos días pero también saber contra qué se está peleando. No es Magnetto, aunque lo sea, es el entramado de poder de la Argentina Hegemónica, la que ejerce la dominancia desde hace exactamente un siglo y medio. Es una estructuración de poder económico, político, judicial, mediático, intelectual-académico y que, además, cuenta con el sostén de las fuerzas represivas del Estado. Es la Argentina liberal conservadora.
Quizás también sea necesario reconocer el cansancio moral de Cristina y quizás esa fue la causa de la explosión emotiva del final de su charla. Pero también es necesario hablar de soledad y encapsulamiento, y por qué no de debilidad, adentro y afuera del propio movimiento. El Peronismo no tiene elementos de poder real: no tiene un movimiento obrero organizado en una situación de fortaleza (el mundo del trabajo está destrozado), no tiene ni el Ejército ni la Iglesia ni la propiedad de los medios estatales como tenía Perón, no tiene medios propios, no tiene poder economico. Apenas posee una relativamente alta legitimidad electoral. Ni más ni menos. No tiene jueces con poder no tiene mayoría en ambas cámaras y ni siquiera tiene unidad de concepción ni de acción.
La mejor herramienta que tiene el Peronismo es el gobierno de los liberales conservadores. Siempre fracasan. En 1972, en 1982, en el 2001, en el 2019.
Habrá que tener perspectiva histórica. Cristina ayer dio un grito de realismo político. Dijo que el poder real es devastador y disciplinante. Pero también les clavó una estaca. Los desnudó. Sólo un estúpido o un hipócrita hoy puede no advertir que el sistema politico y judicial está tomado por eso que se llama sui genericamente el macrismo o la mafia.
Pero hay que tener cuidado: lo peor que puede pasar, siempre, es que la derrota sea absoluta.
Me gusta pensar que cuando un golpe parece hacer astillar todo, una de esas astillas pueda encender la chispa de la próxima rebelión…
Habrá que tener las teas a mano….
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