El gobernador Axel Kicillof se encuentra desde ayer en Bahía Blanca acompañando a las familias afectadas por el brutal temporal, que ya dejó al menos 10 víctimas fatales y más de 1.300 evacuados. Desde la madrugada del viernes cayeron más de 300 milímetros de agua en la ciudad, un registro que marca una de las inundaciones más grandes de la historia en Argentina.
En un hecho inédito, la ministra de Seguridad, Patricia Bullrich, y el ministro de Defensa, Luis Petri, también viajaron a Bahía Blanca. Por su parte, el ministro de Economía, Luis Caputo, autorizó el envío de 10.000 millones de pesos para reparar los daños, tras un pedido del intendente Federico Susbielles. Paralelamente, la senadora Juliana Di Tullio y Wado de Pedro, ambos representantes de la provincia de Buenos Aires, solicitaron la creación de un fondo especial de 20.000 millones de pesos para asistir a las familias afectadas en Bahía Blanca y Coronel Rosales.
La tragedia
El Servicio Meteorológico Nacional elevó la alerta a nivel rojo debido a la intensidad de las lluvias. A media mañana, en la peatonal del centro el agua llegaba a la cintura de un adulto, mientras que en los barrios periféricos las viviendas quedaban completamente sumergidas.
Las autoridades locales declararon el estado de emergencia al mediodía, cuando más de 1.000 personas ya habían sido evacuadas y refugiadas en la terminal de ómnibus, capillas y clubes.
Bahía Blanca tiene un promedio anual de lluvias de 580 milímetros y, según los registros oficiales, en solo cinco horas la ciudad acumuló más de 300 milímetros. Superó así la media histórica de precipitaciones para marzo, que es de 85 milímetros, y el récord registrado en 1933, cuando cayeron 167 milímetros en un solo día.
El Hospital Interzonal Dr. José Penna, uno de los principales centros de salud de la ciudad, sufrió inundaciones que dejaron inoperativos varios sectores. En la sala de neonatología, el agua comenzó a sumergir los artefactos y las enfermeras tuvieron que evacuar en brazos a los recién nacidos hacia el hospital de Coronel Suárez.
Los servicios colapsaron: trenes, colectivos, vuelos y clases fueron suspendidos. Defensa Civil no daba abasto. “Nos están llamando de todos lados. No llegamos”, afirmó un operador, que más tarde informó el derrumbe de los puentes de Zapiola y Cuyo, y de Zapiola y Tucumán.
Las redes sociales se convirtieron en el principal medio para pedir auxilio. “Mi hermana está en Alsina 608 con su hijo, no sabe nadar, tiene problemas de movilidad, por favor ayúdenla”, rogó Rosa Pavletich. Como ella, decenas de personas publicaban direcciones, nombres y mensajes desesperados en busca de ayuda.
En una jornada dantesca, autos, camas y heladeras flotaban y se hundían, mientras postes de alumbrado y árboles arrancados de raíz eran arrastrados a toda velocidad por las calles céntricas, transformadas en ríos turbulentos con rápidos, remolinos y pequeñas cascadas debido a la fuerza del agua y el viento.