Como era de esperar, la ministra de Seguridad, Patricia Bullrich, ordenó a las distintas fuerzas de seguridad una feroz represión durante la marcha de los jubilados de los miércoles. En esta ocasión, los abuelos fueron acompañados por hinchas de distintos equipos de fútbol y otros sectores sociales.
La brutal represión dejó decenas de detenidos, recordando las épocas más oscuras de la Argentina. Los incidentes comenzaron a las 16:30, media hora antes del inicio de la marcha. Unos 1.000 policías ya estaban apostados en la zona con instrucciones claras. Apenas llegaron los primeros hinchas, especialmente un grupo de Chacarita y Rosario Central, los efectivos activaron los camiones hidrantes.
Cuando más manifestantes se acercaban, el Gobierno Nacional dio la orden de reprimir con gases lacrimógenos y balas de goma a la multitudinaria marcha opositora. Uno de los episodios más crudos y violentos puso en riesgo la vida de una jubilada que protestaba pacíficamente: de un momento a otro, un agente se giró y le abrió la cabeza de un palazo, dejándola inconsciente en el suelo. La mujer tuvo que ser atendida de urgencia debido a un profundo corte en la nuca.
Los manifestantes fueron dispersados con gases, camiones hidrantes y balas de goma por parte de la Policía Federal, la Gendarmería y la Policía de la Ciudad, que intentaban garantizar el tránsito en las calles aledañas al Congreso.
Si bien en un principio las fuerzas de seguridad lograron su cometido, los incidentes se intensificaron con el correr de la tarde, interrumpiendo el tránsito en las avenidas Callao y Rivadavia. En medio de los enfrentamientos, los manifestantes arrojaron piedras y prendieron fuego a depósitos de basura. Un patrullero también fue incendiado a pocas cuadras del Congreso en el marco de la protesta.
Nota en desarrollo