Por Eduardo D’Argenio.- El huracán desatado ayer por Cristina Kirchner en los tribunales de Comodoro Py, provocó un cimbronazo tal que la previsible lectura que hicieron los grandes medios sobre su histórico y conmovedor alegato, no hizo más que demostrar el pánico que sigue generando esta mujer a la que quisieron destruir de todas las maneras imaginables, y sin embargo está ahí, más fuerte que nunca, y a una semana de asumir la vicepresidencia de la Nación.
Primero fue el silencio como estrategia. Después, la presentación de un libro, “Sinceramente”, que sacudió no solo al mercado literario, sino al mundo político. Y ahora, ya como vicepresidenta electa, CFK no deja de provocar -sobre todo entre los grandes medios, el todavía oficialismo y sectores empresariales- el espanto que podría generar la vuelta de un fantasma, teniendo en cuenta que ya la habían jubilado tantas veces, o que dieron por muerto al kirchnerismo.
Mientras Clarín y La Nación titularon hoy que Cristina increpó y desafió a los jueces, en general la prensa que acompañó fervorosamente el “cambio” en los últimos cuatro años atacó el tono elegido por la ex presidenta a la hora de dirigirse a los miembros del tribunal que la está juzgando.
Y se entiende: el retorno de Cristina al poder produce un sentimiento de odio, desprecio y pánico entre aquellos sectores que se quedaron con la sangre en el ojo, porque su único objetivo, a partir de diciembre de 2015, era verla tras las rejas.
Pero tal vez, lo que dijo esta mañana Alberto Fernández sobre su compañera de fórmula, resume en pocas palabras lo que fue su alegato: “Lo que vi ayer fue un acto de defensa maravilloso, impecable. Uno de los mejores alegatos defensistas que vi en mi vida, que dejó a los jueces mudos. No era una mujer furibunda, era una mujer que se estaba defendiendo”, sostuvo el presidente electo.
O como bien lo sintetizó Luis Bruschtein hoy en Página/12: “La que habló en la audiencia fue la vicepresidenta electa, la que derrotó a los que promovieron esas causas en su contra, entre políticos, periodistas y funcionarios judiciales que quisieron sacar ventaja. Aunque le impidieron transmitir en directo, es una voz que no han podido acallar echándole encima el cadáver de la Justicia. Y lo que Cristina denunció fue eso: el cadáver que le echaron encima”.
Es que con el gobierno encabezado por Mauricio Macri, desde aquel lado de la famosa grieta llegaron al imaginar que el éxito los acompañaría por muchos años más, y de ahí que, envalentonados como estaban los máximos referentes de Cambiemos, pronosticaban el fin del kirchnerismo, sumado al “no vuelven más”.
Evidentemente, quienes aseguraban que Cristina ya pertenecía al pasado y que su futuro inmediato sería una prisión, no tomaban en cuenta que la fortaleza de esa mujer era tan grande que fue capaz de sobreponerse una y otra vez a las gigantescas piedras que le ponían en su camino.
Para completar el panorama de lo que nos dejaron las últimas intensas horas, quedó demostrado que volvió, recargado, el llamado “periodismo de guerra”. Mientras ya se venía insinuando con fuerza los burdos cuestionamientos desde la prensa hacia el entrante gobierno del Frente de Todos, el broche de oro estuvo dado por el hecho de que Alberto Fernández osó criticar al periodista de La Nación, Hugo Alconada Mon, por haberlo involucrado, en una nota con datos por demás traídos de los pelos, en la que hablaba sobre un supuesto tráfico de influencias por parte del mandatario electo.
De golpe, y evidenciando una llamativa susceptibilidad que parece afectar a integrantes del gremio periodístico, muchos de ellos pusieron el grito en el cielo, no por las mentiras lanzadas por su colega, sino por la contundente respuesta de Alberto.
Así las cosas, y con las hienas acechando constantemente a la espera de despedazar a sus víctimas, quizás interiormente subsista algún sentimiento de revancha por parte de la ex presidenta, cuando en una semana más retorne al poder de la mano de Alberto Fernández.